Llegamos hoy al último domingo del tiempo ordinario en el que celebramos a Jesús, como Rey del Universo. Cerramos con él el ciclo A, y lo hacemos con un evangelio que es realmente el resumen y colofón de todo el mensaje que durante este año litúrgico hemos escuchado.
Jesús, el Señor y el juez misericordioso, nos dice la palabra definitiva sobre lo bueno y lo malo, sobre los que construyen el Reino y los que no. Lo decisivo es el amor que se traduce en hechos concretos que ayudan a los necesitados.
Podemos extrañarnos o preguntarnos, ¿Por qué es tan decisivo aliviar a los necesitados y tan condenable negarles la ayuda? Porque, según revela el Juez, lo que se hace o se deja de hacer con ellos, se le está haciendo o dejando de hacer al mismo Jesús.
Hoy nos dice a cada uno: “Lo importante es cómo os portáis conmigo, como me demostráis vuestro amor”. Y, como somos tan hábiles para buscarnos disculpas, por si acaso se nos ocurre aquello de, “¿Cuándo te vimos? Si nosotros no te hemos encontrado…” Nos lo expresa de modo que no nos pueda quedar ni un resquicio de duda: “Cada vez que visteis a uno de mis hermanos más pequeños… Lo que hicisteis con ellos, a mi me lo hicisteis...” Pero, ¿vemos a los necesitados o vamos a lo nuestro con los ojos cerrados a los demás?
Mateo 25, 31-46
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones.
El relato es una evocación del juicio final con un lenguaje profético. Nos habla de la venida del Hijo del Hombre, en gloria, para juzgar. Atribuye a Jesús las funciones de “Juez”, que estaban reservadas al Padre. Cuando se ha sentado en el trono es llamado “Rey”, y los juzgados se dirigen a él como “Señor”. Concentra en pocas palabras los títulos que la Iglesia primitiva da a Cristo resucitado, como expresión de su fe.
Desde esta fe y esta “autoridad” de Jesús, el Señor, la novedad de este acontecimiento son sus participantes: “todas las naciones”. No se hacen diferencias entre «pueblo elegido» y «pueblo pagano». Nada se dice de las diferentes religiones y cultos.
Esta presencia de los paganos, los no judíos, en el acontecimiento final era algo absolutamente impensable en la mentalidad de los judíos contemporáneos de Jesús, que consideraban de antemano que los gentiles estaban excluidos. Culmina así un planteamiento que Mateo ha ido desarrollando a lo largo de su obra: la inclusión de todos en el Reino de Dios instaurado por Jesús.
Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas, de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.
La separación entre ovejas y cabritos es una imagen que evoca las prácticas pastoriles palestinas, según las cuales los pastores separan a los carneros de las cabras, ya que estas son más frágiles y requieren una mayor protección del frío.
La figura del pastor que separa a las ovejas de las cabras, está tomada del texto de Ezequiel (34,11-12.15-17) que leeremos en la primera lectura. Es importante no olvidar esta, pues sólo así comprenderemos que se trata evidentemente de un juicio entre los explotadores y explotados, entre los que hacen la injusticia y los que la padecen. El Señor saldrá al fin en defensa de los pobres, de los pequeños, de los que sufren, de los perseguidos por su amor a la justicia...
Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme."
El juicio será según las obras, no según lo que decimos creer y confesar. Así que son las obras las que
distinguen y juzgan a los hombres al fin y al cabo, no las palabras ni los
rezos. Cualquier otra discriminación o distinción no vale nada y no
permanecerá: ni la raza, ni el dinero, ni la cultura, ni los honores...,
colocan en verdad a los hombres a la izquierda o a la derecha del Señor.
Pero las obras que pueden
salvarnos son siempre obras de amor, porque la ley con la que vamos a ser
juzgados se resume en el amor. Podemos
traducir hoy las palabras de Jesús:
“Estuve con ébola o con sida y me cuidaste, no tenía
para dar de comer a mis hijos porque me quedé en paro y compartiste tu sueldo
conmigo, estaba en la cárcel como terrorista y me visitaste, fui inmigrante sin
papeles y me acogiste en tu casa, anciana e invalida abandonada en una
residencia y me dedicaste tu tiempo y cariño, estuve deprimido y solo y me escuchaste,
habían violado mis derechos y me ayudaste en las acciones legales …”
Y así descubrir mejor que al hablar del juicio final, Jesús hace de la
compasión el criterio último y decisivo que juzgará nuestras vidas y nuestra
identificación con Él. Nos está hablando de algo muy humano que todos
entendemos: ¿Qué hemos hecho con todos los que viven sufriendo a nuestro lado?
¿A quienes vemos y ayudamos? ¿Ante quienes cerramos los ojos o permanecemos
indiferentes?
Entonces los justos le contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?" Y el rey les dirá: "Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis."
Nos puede llamar la atención esta pregunta de los llamados “benditos” que expresa su extrañeza cuando oyen que, al ocuparse de un hermano se lo hacían al mismo Cristo. Su pregunta prepara las
palabras del Juez sobre la razón de la sentencia: El Hijo del Hombre, Jesús, se
hace solidario de aquellos que tienen alguna necesidad de ayuda. "Estos,
los humildes" no son sólo los miembros de la Iglesia o comunidad de Cristo,
sino que su alcance es universal, como el juicio: esto significa que la
identificación de Cristo con ellos es independiente de su situación subjetiva,
de si nos parecen buenos o malos...
Pero ni siquiera los
justos son plenamente conscientes de esta solidaridad hasta el último momento,
que será cuando aparezca el sentido pleno de cada una de las obras. Por otro
lado, estas acciones de las que aquí se habla no son cosas excepcionales, sino
hechos presentes en la vida de todos los días. Si el amor conduce a Cristo a
solidarizarse con cada uno de los hombres, con los pobres, los enfermos, los
condenados y encarcelados, los marginados y oprimidos, esto significa que el
modo que tiene el creyente de manifestar su amor a Cristo es la solidaridad con
el hermano, con todo hombre. Y que aquel que actúa con amor y misericordia, del
mismo modo es juzgado; mientras que quien no ejerce la misericordia, es juzgado
sin misericordia.
El que habla es un Juez que está identificado con
todos los pobres y necesitados: «Cada vez que
ayudasteis a uno de estos mis pequeños hermanos, lo hicisteis conmigo». Quienes se han acercado a ayudar a un necesitado, se han acercado a él. Por eso han de estar junto a él en el reino: «Venid, benditos de mi Padre».
Y entonces dirá a los de su izquierda: "Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis. Entonces también éstos contestarán: "Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistirnos?" Y él replicará: "Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo."
Esta extrañeza afecta de forma especial a los que se consideraban “religiosos”, practicantes de múltiples normas, quizá muy referidas al ámbito sagrado, pero que no han prestado atención a los demás, a los que muchas veces han considerado ateos, inmorales o poco dignos de su atención.
Nos llama la atención sobre la triste posibilidad de perder la vida y el reino de Dios que tienen cuantos en este mundo pretenden amar a Dios y ser cristianos sin amar al prójimo y sin reconocer a Cristo en los pobres y explotados.
“Cada vez que no lo hicisteis con uno de estos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo” es la expresión tajante del juez: el que no ama y explota a sus semejantes, con los que Él se ha identificado, se excluye del reino de Dios.
Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»
Este es el juicio. El evangelista no nos ha descrito los detalles. Lo que destaca es un doble diálogo que arroja una luz inmensa sobre nuestro presente, y nos abre los ojos para ver que, en definitiva, hay dos maneras de reaccionar ante los que sufren: nos compadecemos y les ayudamos, o nos desentendemos y los abandonamos.
Todos los hombres y mujeres sin excepción seremos juzgados por el mismo criterio. Lo que da un valor imperecedero a la vida no es la condición social, el éxito, el poder o dinero logrado a lo largo de los años. Lo decisivo es el amor práctico y solidario a los necesitados de ayuda, que se hace obras en personas creyentes o no, pero con un corazón que se compadece por los que sufren.
Hoy se nos invita a reflexionar sobre esto, porque nuestra vida se está jugando ahora mismo. No hay que esperar ningún juicio. Ahora nos estamos acercando o alejando de los que sufren. Ahora nos estamos acercando o alejando de Cristo. Ahora estamos decidiendo nuestra vida.
El evangelio en
las TIC
· Escena de la
película Jesús de Nazaret, con el texto de hoy, muy expresiva la cara de
extrañeza del Sumo Sacerdote: http://youtu.be/uzWzoZl99hE
1,56 minutos
· Canción de Cesáreo
Gabaraín, muy adecuada para reflexionar el evangelio de hoy y responder
personalmente. Vídeo con letra e imágenes: http://youtu.be/-Q5CJdW_3Yw (Al final os ponemos la letra por si os es
útil)
· Simpático
pero impactante gesto el de este vídeo, que nos puede ayudar a concretar el
evangelio de hoy: http://youtu.be/Cdctmo_6fZc 1 minuto.
PARA REFLEXIONAR
1.
Personalmente
ü ¿Qué sentimientos e ideas surgen en mi al leer este texto?
Visualizando la escena, ¿dónde me veo situado? ¿Soy consciente de mis “encuentros
con Jesús” en los necesitados? ¿En que “hermanos” le suelo descubrir? Pensando
en como los atiendo, ¿Qué me diría Jesus? ¿Cuáles son mis dificultades en este
campo? ¿Participo y apoyo a Cáritas o a otras iniciativas de ayuda a los más
débiles?
ü En el colegio, la fraternidad, la parroquia, el trabajo, hay muchas personas que nos pueden recordar
esta presencia de Jesús y nos ofrecen la posibilidad de atenderlos en sus
necesidades. ¿Nos damos cuenta? ¿Lo hablamos entre nosotros, la familia, la fraternidad...? Os
invitamos a aterrizar este evangelio en nuestras realidades y traducirlo
a nuestra vida, por ejemplo: “Porque necesité una segunda explicación y …
porque no tenía con quien hablar de mis problemas y… porque..."
2.
En la fraternidad, familia…
Ü
Después
de leer el texto y sus comentarios podemos dialogar sobre lo que más nos ha
sorprendido, lo que no hemos entendido, lo que más nos ha gustado…
Ü
Este
texto nos puede ayudar a plantearnos como pareja y como familia, a qué le
estamos dando importancia en la educación cristiana de nuestros hijos, en la
práctica. Nuestra familia, nuestra fraternidad, ¿a quién ayuda? ¿a qué problemas sociales somos
sensibles? Tal como opinamos al escuchar determinadas
noticias, ¿les ayudará a nuestros hijos a descubrir a Jesús en los más afectados
por la injusticia y pobreza de nuestro mundo? ¿Ven, aquellos que nos rodean, que participamos en
Cáritas o en otras organizaciones de ayuda a los necesitados? ¿Los invitamos a
participar con nosotros?
Ü Podemos terminar
haciendo oración con la canción propuesta:
Tú me dijiste, Señor, que en mi
camino
iré encontrando hambrientos de mi
pan,
que habrá sedientos que vengan a mi
fuente,
enfermos, tristes, de frío y
soledad.
Tú me dijiste que sufres en el pobre,
que estás desnudo o no tienes libertad,
que en el anciano que espera tú me esperas
y en ese niño, de hambre morirás.
AQUÍ ME TIENES, SEÑOR, YO QUIERO
AMARTE,
AMANDO AL POBRE, Y AQUEL QUE SUFRE
MÁS.
TUYO ES MI PAN Y EL AGUA DE MI
FUENTE,
VEN A MI CASA Y AMOR ENCONTRARÁS.
En el camino hay siempre un hombre
herido,
que necesita mi ayuda y mi amistad,
no mil discursos que hablan de
justicia
no mil palabras que el viento
llevará.
En el camino Jesús me estas mirando
y en tu mirada hay pena y soledad
quiero entregarte mi alma y mi
alegría
toda mi vida en ofrenda de
hermandad.
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