viernes, 14 de noviembre de 2014

Curso bíblico: Domingo 16.11.2014




¿Qué dones hemos recibido? ¿Cuáles son nuestras mejores cualidades y capacidades? ¿Qué hacemos con ellas?

¿A cuál de estas dos personas nos parecemos?  ¿A quién guarda sus “semillas” sin arriesgar nada para no perder ni una? ¿O a la siembra en la tierra para que se transformen, confiando en que se conviertan en plantas frondosas?  ¿Guardamos nuestros dones o los entregamos?
El evangelio de hoy nos ayuda a revisar qué estamos haciendo con todos los dones que hemos recibido.


Mateo 25, 14 – 30

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: «Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. 

San Mateo ha agrupado en los capítulos 24 y 25 diferentes intervenciones de Jesús sobre el tema del final de los tiempos (se les llama discursos escatológicos). En esta perspectiva se sitúa la parábola de hoy. Jesús había prometido que volvería, los discípulos esperaban verle de nuevo como hombre normal, pero pasaban los años y no volvía. La situación es semejante a la que describe la parábola: un hombre se había ido a un viaje muy largo, ¿Cuándo volvería? ¿Qué haría a su regreso?

La respuesta es semejante a las de otros textos del Nuevo Testamento: había que mantener la esperanza y el comportamiento cristianos, en medio de las dificultades. Por ejemplo, el libro del Apocalipsis dice: “que el justo continúe practicando la justicia y que el santo siga santificándose. He aquí que yo vengo en seguida y traigo conmigo la recompensa, que voy a dar a cada uno según sus obras” (Apocalipsis 22,11-12)

Para comprender bien el sentido que tienen los talentos en esta parábola es importante que los niños y niñas distingan entre dos usos diferentes que damos a esta palabra. Habitualmente designamos con la palabra “talento” una cualidad personal, una capacidad; sin embargo en la parábola de hoy, el talento es la medida de mayor capacidad que existía y se utilizaba para medir oro, plata y otros metales. 

Encontramos varias referencias en la Biblia sobre los talentos. Por ejemplo, cuando el rey David tomó la ciudad de Raba le quitó al rey Milcón la corona de su cabeza y se la puso él. Esta corona pesaba un talento de oro (ver II Samuel 12,30)

Más tarde, un talento llegó a tener la equivalencia de 6.000 denarios, es decir, el sueldo que podía recibir un trabajador a lo largo de unos 16 años. Era una cantidad increíble, desmesurada. San Mateo quiso resaltar que los dones que Jesús les entregó antes de irse eran de un valor incalculable, y cuando volviera pediría cuentas del uso que habían hecho de los dones. 


El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. 


Es curioso que se ponga el acento en que se fueron inmediatamente a negociar; es decir, eran conscientes de la misión que tenían, una vez recibido el don; ni siquiera se les había dicho lo que tenían que hacer con ese dinero. Para los primeros cristianos era evidente que el texto no tenía como objetivo que fueran buenos negociantes con el dinero, porque el verbo “ganar” también se empleaba en otro sentido: ganar personas para el seguimiento de Jesús, ganarlas para que formaran parte de la comunidad cristiana. Es muy claro el ejemplo que encontramos en este otro texto del evangelista. “Si tu hermano ha pecado contra ti ve y repréndelo a solas; si te escucha, habrás ganado a tu hermano, pero si no te escucha… (Mateo 18, 15)


En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. 


Enterrar el dinero era una postura muy cómoda. Una ley de ese tiempo decía que si una persona enterraba dinero o un tesoro y se lo robaban, no era responsable de la pérdida, porque con el hecho de enterrarlo se acababa su responsabilidad sobre esos bienes. La parábola resalta esa actitud de no querer ser responsable de lo recibido. Si al siervo no le quitan el talento lo devolverá tal cual lo recibió, si se lo quitan no será culpa suya. 

Pero Jesús predicó una actitud muy diferente: no hay que enterrar ni esconder lo que es valioso, “no se enciende una lámpara y se esconde debajo del celemín, sino que se pone sobre el candelero para que alumbre toda la estancia” (Mateo 5, 15)


Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: "Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo: "Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos." Su señor le dijo: "Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor." 


En aquellos tiempos era muy significativa la felicitación de siervo con los términos “fiel y cumplidor”. Es el mismo Jesucristo el que invita a entrar en el gozo, en la celebración del triunfo a quienes han valorado y acrecentado los dones recibidos. El término señor se empleaba en las primeras comunidades para referirse a Jesús como Jesucristo, el Señor. Al usar esta palabra están sugiriendo la vuelta del Señor. 

Cuando volviera Jesús premiaría el comportamiento de los cristianos que se habían mantenido fieles y cumplidores durante un tiempo largo de espera, sin contagiarse del paganismo y la inmoralidad de Roma y otras ciudades semejantes. 

Es curioso que el señor que vuelve felicite del mismo modo a los dos siervos y les dé un premio idéntico, aunque uno devuelva cinco talentos y otro dos. Esta actitud nos evoca la parábola de la hora undécima en la que todos los trabajadores recibieron un denario, que era lo que necesitaban para mantener a su familia, aunque unos trabajaron más horas que otros. 


Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo: "Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo." El señor le respondió: "Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes."» 


Este hombre aparentemente había sido prudente, pero en realidad era el miedo lo que le había hecho tomar la decisión de enterrar el talento. ¡Cuántas veces el evangelio nos invita a tener confianza, a no tener miedo…! Ni siquiera pensó que otras personas pusieran a trabajar esos talentos recibidos. Se le quitó lo que no supo valorar. Quien solo buscaba seguridad fue expulsado a las tinieblas, que eran el símbolo del miedo y la inseguridad. 

El evangelio en las TIC

· Parábola de los talentos de Valivan. Apropiada para diferentes edades, con dibujo muy expresivos: http://youtu.be/C48gGx-Hzqo 4 minutos.

· La misma presentación, pero añadiendo la letra de la canción: http://youtu.be/DCyxQ1CxU18 4,52 minutos.

· Canción sobre la parábola con dibujos, se puede cantar, tipo karaoke: http://youtu.be/a1lDPrXFXKk 4 minutos

· Esta otra versión de la parábola en dibujos recrea bien el ambiente de la época: http://youtu.be/RupRxc29Gzs 4,55 minutos

PARA REFLEXIONAR

1. Personalmente
  •  Al leer el texto y dejarlo resonar en ti, ¿con qué personaje te sientes identificado? ¿Cuáles son tus “talentos” y qué haces con ellos? 
  •  Reconocer los dones recibidos nos lleva a ponerlos en juego, en palabras de San Francisco a “restituirlos” al Señor mediante el servicio a los hermanos. Desde este planteamiento podemos ver cómo va nuestra vida, si descubrimos y usamos todas nuestras cualidades o comodamente nos conformamos con “guardar-enterrar” nuestros dones y hacer lo que “todos hacen”.

2. En la fraternidad, familia...
  •  Después de leer el texto y sus comentarios podemos dialogar sobre lo que más nos ha sorprendido, lo que no hemos entendido, lo que más nos ha gustado…
  •  Nuestra familia es ya en sí un don de Dios, pero además cada una de las personas que la formamos tiene sus dones. ¿Ayudamos a nuestros hijos a reconocerlos y agradecerlos? ¿Se los repetimos a menudo o solo les destacamos sus defectos? ¿Cómo les ayudamos a desarrollarlos y ponerlos al servicio de los demás? 
  •  Podemos terminar con esta bendición, indicada para el final de la eucaristía, pero con la que el padre, la madre, animador/a..., pueden bendecir a toda la familia, a la fraternidad. Retomamos así esa bonita costumbre de bendecir a los que están a nuestro cargo: 
“Nuestra vida, y la de nuestra familia,
con todo lo que somos y tenemos, 
no es de nuestra propiedad,
ya que es como un fondo de inversión recibido de Dios.

Es un préstamo suyo,
no para guardarlo seguro en un "agujero en la tierra",
sino para hacerlo producir del mejor modo posible, 
cada uno según su habilidad.

Que Dios nuestro Padre nos dé fuerza y valor 
para servir con todo nuestro ser 
a él y a los hermanos, 
ayudándonos en familia, desde nuestra casa.

Para ello, que la bendición de Dios, 
Padre, Hijo y Espíritu Santo 
descienda sobre nosotros 
y permanezca para siempre.
AMEN.

1 comentario:

  1. De esto , la lectura más lógica es: hemos de luchar siempre por el bien, y por el cumplimiento de su voluntad, no importa cuántas dificultades y obstáculos se presenten, y saber que, aunque podemos fracasar, el Señor valorará nuestro esfuerzo en conseguirlo.

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