¿Dónde
encontramos a Dios? ¿Dónde nos ponemos en relación con Él? Jesús nos dirá en el
evangelio de este domingo que su cuerpo, su persona, es lugar privilegiado para
encontrarnos con Dios.
También
nos habla este evangelio de la necesidad de “guardar” los lugares y momentos de
oración y no reducir todo en nuestra vida a intereses egoístas, a buscar
ganancias y éxitos fáciles, haciendo de ellos nuestro Dios.
Juan 2, 13 - 22
Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió
a Jerusalén.
Muchos salmos reflejan la alegría del pueblo
cuando iba en peregrinación al templo, una vez al año, desde todos los confines
de Israel. Iban a celebrar la Pascua, es decir, a recordar y revivir la
experiencia de liberación que habían tenido siglos antes y a dar gracias a
Dios. Podemos recordar esta experiencia en Éxodo 12 y 13.
Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes,
ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles,
los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció
las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
No debemos leer este texto como un hecho aislado
en la vida de Jesús, sino en relación con muchas otras intervenciones y
enseñanzas sobre el templo que encontramos en los cuatro evangelios. Vamos a
recordar algunas.
San Lucas nos dice que Jesús por el día
enseñaba en el templo y salía a pasar la noche en el monte de los olivos (Lucas
21,37). También se fijó en la viejecita que echaba una limosna que para
ella suponía todo su sustento. A la mujer samaritana le dijo que había llegado
la hora de que no adoraran al Padre ni en el monte ni en el templo, sino en
espíritu y en verdad.
- Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado
la casa de mi Padre.
Tenía que causar una impresión muy desagradable
ver que el templo, lleno de belleza y esplendor, se había convertido en algo
similar a un mercado. Se vendían ovejas y bueyes para ofrecer en sacrificio y
quemarlos sobre el altar. Creían que el humo que se elevaba hacia el cielo le
agradaba a Dios. Vendían palomas y tórtolas para las personas más pobres, como
recoge el texto de la presentación de Jesús en el templo (Lucas 2, 22-24).
También había muchas mesas con balanzas, en las
que se cambiaba el dinero que llevaba la gente. Para echar limosna dentro del
templo o para pagar las ofrendas (por ejemplo al nacer el primer hijo) sólo se
podían utilizar las monedas que daban los cambistas, monedas especiales que
sólo circulaban dentro del templo y no tenían el rostro del emperador grabado
en ellas. Esas monedas no estaban contaminadas ni podían ser utilizadas en los
negocios. Mejor dicho eran utilizadas para aumentar “el negocio del
templo”, que enriquecía sobre todo a la casta sacerdotal.
Salomón construyó el templo con todo el esplendor
imaginable: maderas del Líbano, decoración con racimos de oro, etc. Y en medio
del templo los sacerdotes colocaron el Arca de la Alianza y la tienda que la
había albergado durante el tiempo en el que el pueblo la llevó consigo, cuando
eran un pueblo errante. “Al salir los sacerdotes de la zona considerada
santa, una nube llenó la casa del Señor y los sacerdotes no pudieron continuar
en el servicio religioso a causa de la nube, porque la gloria del Señor llenaba
la casa del Señor. Salomón dijo: “He querido erigirte una morada, un lugar
donde habites para siempre” (1 Reyes 8, 10-13). La santidad que emanaba
del templo se extendía por toda la ciudad. El santuario era similar a la puerta
del cielo.
El profeta Jeremías se situaba junto a una de las
puertas del templo y denunciaba reiteradamente el uso que se hacía de él.
Sus discípulos
se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora».
Entonces
intervinieron los judíos y le preguntaron:
- ¿Qué signos
nos muestras para obrar así?
Esta frase equivale a otras que aparecen muchas
veces en el evangelio: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? Es como pedirle a
Jesús que se identifique, que explique los motivos de su comportamiento,
porque parece que está loco. Atentar contra el templo, por poco que fuera, era
una locura y acarreaba la pena de muerte. El templo de Jerusalén no era como
una de nuestras iglesias, era el lugar más sagrado del mundo conocido, era la
casa del mismo Dios.
Jesús contestó:
- Destruid este
templo, y en tres días lo levantaré.
Los judíos
replicaron:
- Cuarenta y
seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres
días?
Pero él hablaba
del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los
discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a
la palabra que había dicho Jesús.
Juan hace una lectura de los hechos tras la
Pascua, tras la muerte y la resurrección de Jesús. El templo ya había sido
destruido en el año 70 después de Cristo y las comunidades cristianas sabían
que el tiempo del culto en el templo había finalizado. Ahora Jesús era como el
nuevo templo, el nuevo lugar de encuentro entre los hombres y mujeres con Dios.
Ya no hacía falta hacer sacrificios de animales. El pan y el vino eran los
nuevos signos de encuentro entre los hermanos y con el mismo Dios.
Es una lástima que olvidemos lo que san Pablo nos
dice a cada uno: “¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu
habita en vosotros?... el santuario de Dios es sagrado y vosotros sois ese
santuario” (1Cor 3, 16-17) Podemos preguntarnos: ¿No habremos convertido
también nuestro cuerpo/santuario en algo semejante a un mercado?
El evangelio en las TIC
· Simpática adaptación del evangelio de hoy para niños,
en dibujos. 4,19 minutos: http://youtu.be/J6PvQDAidDg. Refleja
bien la situación del templo-mercado y la clave de la expulsión de los
mercaderes: la purificación de una estafa.
· Fragmento de la película Jesús de Nazaret,
correspondiente al evangelio de hoy: http://youtu.be/bL3paICIux0. Duración
4,36 minutos.
· Este vídeo nos describe cómo era el Templo de
Jerusalén en tiempos de Jesús y nos ayuda entender su importancia para el
pueblo y el texto de hoy: http://youtu.be/5U2zK7Hk8gU
PARA REFLEXIONAR
1.
Personalmente
ü
El Templo de Jerusalén es considerado por el Pueblo Judío como la Casa de
Dios, “la Casa de mi Padre” como dice Juan en el texto evangélico de hoy. Por
lo tanto es casa reservada a la oración y trato con Dios. Dedicarla a los
negocios e intereses que nada tienen que ver con Dios, es profanarla. ¿Tenemos
hoy nosotros la experiencia de un lugar o espacio reservado a Dios? ¿Sentimos
así nuestros templos o iglesias? ¿Cuál es tu lugar de oración?
ü
¿Tenemos conciencia de que nuestro cuerpo es templo de Dios? ¿Qué nos
sugiere esta afirmación tan novedosa de San Pablo y tan similar a la que hoy
escuchamos a Jesús en el evangelio? ¿Cómo debemos tratar a nuestro cuerpo al
recordar lo que somos? ¿Y el de los demás? ¿Qué mensaje podemos dar los
cristianos a nuestra sociedad en este aspecto?
2.
En la fraternidad, la familia…
Ü Después
de leer el texto y sus comentarios podemos dialogar sobre lo que más nos ha
sorprendido, lo que no hemos entendido, lo que más nos ha gustado…
Ü Nuestra
casa de familia, ¿se convierte en algún momento en casa de oración para
nosotros y para nuestros hijos? ¿Cómo y cuándo oramos y nos dirigimos a Dios,
nosotros, los adultos de la familia? ¿Despertamos y cuidamos esta experiencia
de encuentro con Dios en nuestros hijos?
Ü Para
hacer nuestra la invitación de Jesús en el evangelio de hoy, te sugerimos
buscar el modo y momento de ir con los hijos, mejor toda la familia, a un
templo y allí orar juntos unos momentos al Señor.
Nosotros, como cristianos y miembros del cuerpo de Dios, nunca debemos ser templo de nuestro propio interés, porque eso sólo nos convierte en fariseos al servicio del "otro"; si tal hacemos, no sólo dañaremos nuestra alma, sino que incitaremos con nuestro comportamiento a que otros lo hagan, y nuestra fe perderá sentido si velamos por nuestro interés en vez del interés divino. Nunca debemos ser cobardes y esperar que nos convenga el momento de actuar en interés de la fe y la verdad; Cristo actuó valientemente; nosotros hemos de ser igual de valientes al defender la fe. Otra cosa desvirtuaría el supremo sacrificio que Jesús hizo por nosotros......
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. ¡Seamos Valientes! Demostremos que somos auténticos cristianos con la ayuda del Espíritu Santo.
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