¿Estamos dispuestos?
Marcos 1,
14-20
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a
proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
El evangelio
de Marcos comienza presentando a Juan como mensajero que prepara el camino,
incluso se detiene a describir su aspecto físico. Unos versículos después el
evangelista nos narra brevemente el bautismo de Jesús y las tentaciones.
Desde el
desierto, tras tener unas experiencias profundas en las que Jesús tuvo que
“tomar partido”, se fue a Galilea. Extraña elección, porque Galilea era una zona rebelde y peligrosa. Allí vivían algunos grupos terroristas, muy
activos, que se oponían al poder de Roma, por ejemplo los celotes. Muchas veces
había redadas y persecuciones. Juan ya había sido arrestado, lo prudente
hubiera sido huir o esconderse, pero el evangelista sitúa a Jesús en el corazón de la región marginal y mal vista. Y
allí siente que debe proclamar una Buena
Noticia, de parte de su Abbá.
-«Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios:
convertíos y creed en el Evangelio.»
Es una
lástima que muchas veces se haya traducido “reino
de Dios” por “reino de los cielos”. Como si Jesús hubiera venido a
hablarnos de lo que hay más allá de la muerte y más allá de las nubes. La
expresión reino de Dios nos dice poco a los cristianos del siglo XXI, pero era
una expresión muy sugerente en todo el
Antiguo Testamento; era como un compendio de todo lo que Israel esperaba
cuando el Mesías inaugurara un tiempo nuevo. Era como un proyecto que se iría
descubriendo y desarrollando con la llegada del Mesías.
Para acoger
esa novedad, para poder vivir ese “sueño
de Dios sobre la humanidad” es necesaria
la conversión. En tiempos de Jesús significaba cambiar de dirección, cuando
se iba de un lugar a otro, porque era muy fácil perderse; incluso significaba
dar la vuelta para encontrar el lugar donde se perdió el camino, para retomar
el bueno.
Jesús le dio
un sentido mucho más profundo. Se trata de nacer de nuevo, de sumergirnos en el
cambio, de dejarnos rehacer para que
nuestro corazón fariseo -cumplidor y de piedra- pueda ser transformado en un
corazón compasivo y misericordioso.
Sugiero esta
traducción para comprender mejor el significado con palabras de hoy: dejaos
convertir y transformar y confiad plenamente en la buena Noticia que os traigo. La fe y la conversión están estrechamente
unidas. Una conversión profunda no es
fruto de nuestra iniciativa; necesitamos fe, confianza plena en la obra de Dios
para dejarnos rehacer, en lugar de acallar la conciencia con algunas obrillas
caritativas.
Pasando junto al lago de Galilea,
vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el
copo en el lago. Jesús les dijo:
—«Venid conmigo y os haré pescadores
de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y
lo siguieron.
Como hemos
dicho en otras ocasiones esa inmediatez tiene pocas probabilidades de ser
histórica. San Marcos va a ir presentando diversos encuentros de personas con
Jesús y diversas formas de respuesta y
de seguimiento. Simón y Andrés nos muestran que es posible un cambio
profundo en la escala de valores. Que cuando realmente nos encontramos con
Jesús hay cosas que ya no tienen sentido en nuestra vida y descubrimos el valor
de otras que antes no conocíamos o no apreciábamos.
Esta
catequesis de Marcos es muy sencilla y muy profunda: Simón y Andrés dejaron las
redes, es decir, perdieron su medio de vida y su seguridad, pero encontraron la
perla escondida, el tesoro. Encontraron
a Jesús y con él descubrieron su vocación y su misión. Unos pobres
pescadores se han transformando en santos de la Iglesia Católica. Dejar las redes les mereció la pena. “Pescar hombres” era una imagen sugerente que
recordaba la actividad de los profetas.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a
su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó,
dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con
él.
El hecho de que dos
hermanos, varones, dejaran a su padre y se fueran con Jesús es un gesto escandaloso en la sociedad patriarcal
judía. Había unas normas de comportamiento, y trabajar con los padres y
cuidarlos cuando fueran mayores era una de ellas. No tenía sentido irse con un
varón judío que no podía gloriarse de tener esposa, ni hijos, ni casa, ni
tierras. No era ningún ejemplo el dejar la seguridad de un hogar y un trabajo
para irse con un “don nadie” que pasó por allí.
Pero el evangelista, con
estos ejemplos, está ayudándonos a
comprender que antes del seguimiento está la
mirada de Jesús y su llamada; antes de responderle experimentamos que se
nos invita a vivir una Buena Noticia, una transformación radical. Y que todo
eso forma parte del sueño de Dios sobre
cada uno de nosotros y sobre la humanidad. Solo entonces podemos soltar las
redes o los remos, calzarnos las sandalias y seguirle. Puede que nuestras manos
se nos hayan quedado vacías, al soltar lo que teníamos en ellas, pero el
corazón está rebosante de agradecimiento. ¡Ha
merecido la pena!
PARA REFLEXIONAR
1.
Personalmente
- El evangelio de hoy nos invita a preguntarnos: ¿Qué dejo hacer a Dios en mi vida? ¿Qué descubro hoy en mi vida como lo que Dios ha hecho en mí? ¿Suelo pararme a pensar en todo lo importante de mi vida que no es “fruto” de mi esfuerzo?
- ¿Cómo podríamos expresar en qué consiste el “sueño de Dios sobre cada uno de nosotros”? ¿Nos lo planteamos a la hora de tomar decisiones, de elegir caminos? Eso es lo que solemos llamar vivir en clave vocacional, no buscando nuestros propios intereses, sino buscando responder a las llamadas continuas de Dios a cada uno de nosotros. Esas que nos llegan a través de hechos de la vida ordinaria.
- Andrés y Pedro, nos dice el evangelio, dejaron “la barca y a su padre”, lo dejaron todo para seguir a Jesús, ¿qué estamos dispuestos a dejar nosotros?
- Terminaremos esta reflexión exponiéndole al Señor lo que en este momento surge en nosotros…
2.
En la familia
- Después de leer el texto y sus comentarios podemos dialogar sobre lo que más nos ha sorprendido, lo que no entendemos, lo que más nos ha gustado…
- Los encuentros de Jesús con las personas, vemos en este evangelio, también se dan en familia. O mejor, podemos ver la importancia de la familia para transmitir la Buena Noticia. ¿Cómo transmitimos o anunciamos la Buena Noticia de Jesús a nuestros hijos? ¿Qué hacemos en “familia” que les ayude a encontrarse con Jesús, a escucharle, a fiarse de él y a querer vivir con Él? ¿Qué podríamos hacer?
- Los padres somos realmente “pescadores de hombres” al ayudar a los hijos y a otras personas a salir del mar del egoísmo, la soledad, la lejanía de Dios, etc. y a encontrarse con Jesús. ¿Somos conscientes de ello? Vamos a terminar orando juntos pidiendo al Señor nos ayude en esta misión que nos ha encomendado.
Oh Dios y Padre nuestro:
Tú nos dices por medio de Jesús, tu Hijo,
que es la hora de convertirnos a la
Buena Noticia de salvación;
que él quiere que la escuchemos y que la vivamos.
Solamente tú puedes cambiarnos.
Danos el valor de confiarnos a Jesús
sin miedo ni vacilación
y de seguirle a donde él nos lleve,
porque estamos seguros de que nos llevará a la alegría.
Haz que compartamos sus palabras y su vida
con nuestros hermanos y hermanas,
con
nuestros hijos, nuestras familias y amigos
y sepamos ayudarlos a reconocerte y responderte.
Y en las dificultades que la vida nos presente
por los siglos de los siglos. Amén
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