Hemos llegado al tercer domingo
de Adviento, llamado “De Gaudete”, es decir, de alegría, de regocijo; una
especie de alto en el camino, porque antes el Adviento era un camino
penitencial bastante duro.
Y, de nuevo, el evangelio nos
presenta la figura de Juan Bautista. Nos deja acercarnos y participar en la
cuestión que se hacían sus contemporáneos e incluso los primeros cristianos
¿Quién es éste?
Juan tiene una absoluta claridad sobre
cuál es su misión y su identidad: No soy el Mesías, “Soy la voz que grita en el
desierto… el que prepara el camino”. Da testimonio de Jesús, el Señor, el
Mesías Salvador, y nos avisa: “en medio
de vosotros hay uno que no conocéis”
La Navidad está cerca; el
evangelio de hoy nos invita a abrir los ojos y los oídos y reconocer a Aquel
que está en medio de nosotros. Y, dando un paso más, a anunciar y presentar a
los demás al que llega, al que está, aunque nuestro mundo, en medio de tantos
preparativos, apenas repare en su presencia.
Juan 1,6-8.19-28
Surgió un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz,
para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la
luz.
Podríamos
decir que el evangelio de san Juan comienza con esta presentación de Juan
Bautista, porque el prólogo (los versículos 1-18, anteriores) son un himno de
tipo litúrgico, para ser cantado en la comunidad. En ese himno, o prólogo, se
resumen las ideas centrales de este evangelio.
A
la hora de hablarnos de Juan Bautista, este evangelista tiene mucho interés en
subrayar que fue mucho menos importante que Jesús, además no hace ningún elogio
de él, ni nombra su martirio. En frases breves y claras resalta la
subordinación de Juan Bautista: Jesús era la luz, Juan sólo testigo de la luz; Jesús
era la Palabra (Verbo), Juan sólo la voz.
¿Por
qué esta diferencia con los otros tres evangelistas? Porque este evangelio se
escribió sobre el año 90 y había muchos discípulos de Juan Bautista, incluso
llegó a haber cierta confusión entre ellos y los discípulos de Jesús y entre la
doctrina que predicaban unos y otros. San Juan quiere aclarar las cosas en su
evangelio.
En
el libro de los Hechos encontramos otros datos que corroboran esto. Un judío
llamado Apolo, que conocía muy bien las Escrituras, llegó a Éfeso. Este hombre era “ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba
exactamente lo referente a Jesús, aunque solo conocía el bautismo de Juan”.
Predicó en la sinagoga y cuando lo oyeron Priscila y Aquila lo tomaron aparte y
le expusieron con mayor exactitud el camino de Dios (…) Mientras Apolo estaba
en Corinto, Pablo llego a Éfeso y encontró algunos discípulos y les dijo: “¿Habéis recibido el Espíritu Santo al
abrazar la fe?” Ellos contestaron: no hemos oído ni siquiera que hay Espíritu
Santo. Y él les dijo: ¿Pues qué bautismo habéis recibido? Ellos dijeron “El bautismo de Juan” (Hechos de los Apóstoles 18, 24-28 y 19, 1-7)
Y éste fue el testimonio de Juan,
cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que
le preguntaran: « ¿Tú quién eres?» Él confesó sin reservas: «Yo no soy el
Mesías.»
Era
una pregunta clave. La llegada del Mesías, anunciado desde varios siglos antes,
hubiera supuesto un cambio radical en la Historia de Israel. Hubiera supuesto
el comienzo de la liberación. Es verdad que Juan Bautista no reunía algunos
requisitos que debía tener el mesías anunciado, pero otros rasgos sí podían
prestarse a confusión, por ejemplo el mesías saldría del desierto de Judá,
donde vivía Juan, e invitaría a la conversión, como hacía él.
Le preguntaron: « ¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»
Ya
dijimos el domingo anterior que creían que Elías no había muerto sino que había
sido arrebatado al cielo en un carro de fuego. Los rabinos del tiempo de Jesús
predicaban que cuando Elías volviera de nuevo a la tierra invitaría al pueblo a
la conversión y le reprocharía su infidelidad; anunciaría la venida del Mesías,
lo consagraría y lo presentaría ante el pueblo. Era muy importante saber si
Juan era en realidad Elías, que había vuelto a la tierra.
Él dijo: «No lo soy.»
« ¿Eres tú el Profeta?»
Respondió: «No.»
Hacía
cinco siglos que no aparecían profetas en Israel y en la memoria histórica
quedaba el recuerdo de los grandes profetas, como Isaías o Jeremías, que
mantuvieron la fe del pueblo en etapas muy difíciles. En ese momento, dominados
por los romanos, la llegada de un profeta, “del profeta”, hubiera sido un
horizonte de esperanza y una muestra de la cercanía de Dios.
Y le dijeron: « ¿Quién eres? Para
que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti
mismo?»
Él contestó: «Yo soy la voz que
grita en el desierto: "Allanad el camino del Señor", como dijo el
profeta Isaías.»
El texto de
Isaías al que hace alusión es este: Una
voz grita: "En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la
estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y
colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se
revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos ha hablado la
boca del Señor" (Isaías 40, 3-4)
Entre los enviados había fariseos y le preguntaron:
«Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el
Profeta?»
La
pregunta tenía sentido. Los levitas eran los especialistas del culto, de los
ritos y las celebraciones; su presencia en el grupo que interroga a Juan
muestra el interés por saber si alguien ha osado inventarse un rito nuevo, al
margen de los ritos oficiales. Si Juan se había atrevido ¿con qué autoridad lo
había hecho?
Juan les respondió: «Yo bautizo con
agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí,
y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.» Esto pasaba en
Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
Se
creía que el Mesías, cuando viniera, antes de aparecer púbicamente, estaría
oculto por un tiempo, en un lugar desconocido. Juan se sitúa en esta tradición.
Calzar y descalzar a una persona, incluso custodiar el calzado, era tarea de
esclavos; no suponía ningún honor, al contrario. Juan se abaja, mostrando con
este ejemplo de su tiempo la grandeza y la superioridad de Jesús.
Podemos
preguntarnos ante el evangelio de hoy: ¿qué nos dice para nuestra vida? ¿No
estamos en unas claves muy diferentes a las de Juna Bautista? Podemos
reflexionar este domingo sobre algo muy importante para nuestra vida cristiana:
estamos rodeados de personas que se creen el Mesías, que nos ofrecen
“salvaciones” de todo tipo, desde el envejecimiento hasta el aburrimiento. ¿A
cambio de qué? De la esclavitud.
Juan
Bautista, ayer y hoy, nos pide que estemos alerta, despiertos, velando, que en
medio de nosotros está Jesús de Nazaret, Jesucristo, que nos ha bautizado con
Espíritu Santo y nos ofrece la salvación. Pero no es fácil reconocerlo en cada
rostro que está a nuestro lado.
·
El texto del
evangelio de hoy, en tres versiones:
c) con una secuencia de película, dura
3,12 minutos, conviene empezar en el
0,42: http://youtu.be/HzuVTucoxKk
·
Canción
oración: “Ven, oh Emmanuel”, de
Blest, con imágenes de Fano y otras, que van haciendo referencia a los cuatro
domingos de Adviento, especialmente al tercero, “el domingo de la alegría” (de Gaudete) http://youtu.be/RYshUKK_lLk (2,69 minutos).
·
“Si Jesús naciera hoy” canción con imágenes actuales y fuertes para trabajar
con adolescentes la presencia de Jesús
en nuestro mundo. http://youtu.be/lieU3ZbFq9s
·
“Pregón de Adviento” de F. Ulibarri, para jóvenes y adultos: http://www.feadulta.com/es/buscadoravanzado/item/1555-preg%C3%B3n-de-adviento.html
PARA REFLEXIONAR
1.
Personalmente
ü Estamos ya en el
tercer domingo de Adviento y Juan Bautista, esta persona valiente e
inquietante, nos dice hoy que “en medio de nosotros está Aquel a quien
esperamos, pero no le conocemos” ¿Qué despierta esta afirmación en nosotros?
Sin razonar solo dejemos que resuene dentro… ¿Qué signos de esta presencia
reconocemos en nuestra vida? ¿Y en la de nuestro entorno?
ü Si Él está en medio de nosotros y es verdad que muchas
veces no le conocemos, ¿qué podemos hacer para descubrirlo? Esa sería una buena
manera de “preparar el camino al Señor”
2.
En la fraternidad, familia
Ü Después de leer
el texto y sus comentarios podemos dialogar sobre lo que más nos ha
sorprendido, lo que no hemos entendido, lo que más nos ha gustado…
Ü Seguimos
preparando, en familia, el camino al Señor que viene. Nos detenemos en esa
afirmación del evangelio de hoy “está
con vosotros uno a quien no conocéis” y reflexionamos, ¿Cómo enseñamos a
los que nos rodean a descubrir la presencia del Señor en el mundo? ¿Qué signos de
su presencia se dan en nuestra casa?
Ü Sin duda estamos
adornando la casa y preparando de muchas formas la Navidad, os invitamos a
dialogar con vuestros hijos sobre lo que podríamos hacer y poner para que nos
ayude a descubrir al Señor esta navidad en nuestra casa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario