viernes, 24 de octubre de 2014

Curso bíblico: Domingo 26.10.2014





En los versículos anteriores al evangelio de hoy los saduceos quisieron poner a Jesús en un aprieto, preguntándole sobre la resurrección de los muertos, que ellos negaban. Tras el diálogo, la gente se quedó admirada de la respuesta de Jesús, lo que tuvo que suponer una gran derrota para los saduceos. Ahora van a ser los fariseos los que quieren humillarle públicamente, haciéndole una pregunta francamente difícil en aquel tiempo.
La respuesta de Jesús nos conduce a lo esencial: nuestro amor a Dios y al prójimo están tan estrechamente unidos que son sólo dos aspectos de una misma realidad, son como las dos caras inseparables de una moneda. Nuestro amor al prójimo no es la respuesta que damos a su comportamiento con nosotros, sino la respuesta al amor que  Dios nos tiene. La única respuesta posible.
Para comprender este texto vamos a leerlo a la luz de otros dos textos del Antiguo Testamento, como veremos.

Mateo 22, 34-40

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, se reunieron y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba:

Al introducir el detalle de que uno de los fariseos era experto en la Ley nos está diciendo algo importante: no se puede discutir lo que afirma un experto que había estudiado muchos años la Ley, hasta en los más mínimos detalles. ¿Podrían discutir hoy un niño y un doctor en derecho sobre un texto legislativo?
Además la pregunta no es limpia. A lo largo de varias semanas el evangelio nos recuerda el acoso al que sometieron a Jesús una y otra vez hasta conseguir quitarlo de en medio. Cuando ahora vivimos incomprensiones o persecución estamos experimentando lo mismo que Jesús; es consecuencia del seguimiento. 

«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»

Como señalamos la semana pasada, con esta expresión san Mateo nos indica que la pregunta se la hacen personas ajenas a la comunidad de discípulos, porque si fueran del grupo de seguidores le llamarían Señor.
 La ley dada en tiempos de Moisés había ido derivando en multitud de leyes y normas, hasta llegar a 613 mandamientos. Era importante centrarse en el principal y muchos maestros de la ley no se ponían de acuerdo. Eso lo sabía el pueblo. Si Jesús sabía dar una respuesta correcta o convincente, quienes le escuchaban podrían considerar que conocía bien la ley de Moisés. Si no la daba quedaría descalificado públicamente como maestro.

Él le dijo: «"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser." Este es el primer mandamiento y el mayor.

Actualmente el corazón nos evoca la vida afectiva, por eso lo dibujamos para expresar el amor. En tiempos de Jesús el corazón tenía unas connotaciones mucho más amplias y profundas: expresaba toda la interioridad de la persona, su profundidad y su libertad. No era sólo la sede de las emociones sino de la inteligencia, el pensamiento, los recuerdos y  la memoria. Se consideraba el centro de las grandes opciones, como creer o no creer. La Biblia nombra más de mil veces la palabra corazón.
La palabra alma no era la contraposición del cuerpo, porque en el judaísmo no vivían ese dualismo, esa separación y oposición. Se refiere más bien a la dimensión espiritual. El corazón, junto con el alma y el ser expresan la totalidad de la persona. Nada queda fuera del amor de Dios. Conviene traducirlo a otras categorías que hoy sean significativas para nosotros: Amemos a Dios con nuestra inteligencia, memoria y voluntad; con nuestro pasado, presente y futuro; con nuestras luces y sombras; con nuestros miedos y deseos… Amemos con el corazón de hijos amados y con nuestras pobrezas y pecado…

Jesús, al responder, está citando literalmente un texto que era fundamental en el judaísmo, un texto que expresaba el credo de Israel: Escucha Israel el Señor, nuestro Dios, es el único Dios. Amarás a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma con todas tus fuerzas. Graba en tu corazón las palabras que yo te dicto hoy. Incúlcaselas a tus hijos y repíteselas cuando estés en casa, lo mismo que cuando vayas de camino, cuando estés acostado o levantado. Átatelas a las manos para que te sirvan de señal, póntelas en la frente, entre los ojos. Escríbelas en los postes de tu casa y en tus puertas” (Deuteronomio 6, 4-9)

Todo el capítulo 6 de este libro recuerda al pueblo los mandamientos y decretos que Yahvé les había dado. La palabra “Escucha” tenemos que traducirla como: presta oídos, entiende, discierne, obedece, pon atención…, es decir, exige una actitud muy atenta para grabar en lo más profundo lo que se escucha.

Estas palabras se convirtieron en una oración (Shemá) que los judíos recitaban y recitan al levantarse y al acostarse (de madrugada y al atardecer). Solían taparse los ojos con la palma de la mano derecha para centrarse en lo que estaban orando y no distraerse con lo que ocurría alrededor. Pero no era suficiente con orar la shemá, era imprescindible despertar a los hijos este amor, inculcárselo. Creían que la mejor pedagogía era la repetición y ponían empeño en hacerlo. Hoy sabemos que otros caminos, como el propio ejemplo, son mucho mejores.

Las manos eran expresión de la acción y del poder, por eso el mandamiento del Señor se entrelazaba en sus manos. Y se ponía en la frente, entre los ojos, que eran considerados reflejo del pensamiento, de la vida interior y de las intenciones que tenemos en el corazón. 

¿Por qué merecía la pena vivir ese amor a Dios? Porque serían bendecidos y Dios multiplicaría el fruto de sus entrañas, sus campos, animales, etc. Es decir, recibirían vida en abundancia. No se trataba de vivir unas normas impuestas. Se trataba de recordar lo que Dios había hecho por cada uno de ellos y por su pueblo y preguntarse ¿Cómo pagaré al Señor…? Jesús nos muestra el camino, el único camino:

El segundo mandamiento es semejante al primero: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo."

Jesús se presenta como auténtico maestro de la ley que es capaz de interpretarla y enseñarla con sabiduría. No responde mostrando cuál es el primero de los 613 mandamientos, sino cuál es la raíz, la savia, que da vida a todos ellos. 

Además, y esto es muy importante, en su tiempo no se “predicaba” habitualmente la unión entre el amor a Dios y al prójimo, incluso había ciertas trampas legales con las que se mostraba el amor a Dios haciendo daño al prójimo; por ejemplo un hijo podía dar al Templo un dinero como limosna, en lugar de atender con ese dinero a sus padres ancianos y necesitados.


Jesús reprochó varias veces la hipocresía que encerraba este comportamiento y nos ofrece una novedad revolucionaria al unir dos textos del Antiguo Testamento:
“Ama a tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6,5)
Ama a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19, 18)

No podemos olvidar una clave: estos mandamientos del Antiguo Testamento no eran leyes pesadas sino caminos para ser santos, porque Dios había dicho: “Sed santos, porque yo soy santo”Los mandamientos eran y son caminos concretos para dar pasos hacia el horizonte de la santidad, por ejemplo el capítulo 19 del Levítico nos recuerda: no os vayáis tras los ídolos, no hurtéis, no mintáis, no hagáis injusticias, etc. Este domingo es un día muy apropiado para releer atentamente ese capítulo y que nos despierte gestos y actitudes de conversión.

Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»

Esta expresión se refiere a los escritos del Antiguo Testamento que Jesús interpretó de nuevo, dándoles un sentido distinto al que le daban los rabinos en las sinagogas. Durante muchos años bastantes cristianos, venidos del judaísmo, seguían asistiendo a las sinagogas, pero las palabras que recoge Mateo ayudarían a esas personas a comprender que ya no hacía falta ir allí, porque la revelación se debía comprender y vivir desde la perspectiva que había ofrecido Jesús.

El evangelio en las TIC

  • Podemos escuchar la oración Shemá Israel cantada junto al Muro de las Lamentaciones,  para hacernos una idea de cómo se cantaba en tiempos de Jesús. Adonai es un modo de llamar a Dios, al Señor, sin pronunciar su nombre. http://youtu.be/sfF6-TkAnBM
  • Se pueden recordar y trabajar los 10 mandamientos  con este montaje  hecho por los Eudistas y las Hermanas del Fiat,  con dibujos de Fano y la canción “Como nos ama Dios” del grupo Son by Four (4,57 minutos) http://youtu.be/XlYBbZrPscQ
  • Canción sobre el mandamiento del amor, partiendo de los mandamientos de Moisés, http://youtu.be/LM0rbrs5ztk  cantada por niños y letra muy apropiada para los pequeños.

  • Canción de José Armando Álvarez sobre el amor al prójimo, con fotos impactantes de pobreza. http://youtu.be/SdoTbQkS9wQ Para adolescentes y mayores.

  • Texto con imágenes del evangelio de hoy: http://youtu.be/4GGjyex3R1Y  
PARA REFLEXIONAR

      1.      Personalmente

ü Todos hemos sido testigos, más de una vez, de incoherencias entre el amor a Dios y al hermano. Personas que dicen ser muy religiosas, que “rezan” y cumplen muchas “practicas religiosas” pero que en su corazón no tienen un lugar para el hermano, no se compadecen, no se acercan, critican, etc. Según el evangelio de hoy las dos cosas son esenciales, ¿Dónde está el fallo? ¿Cómo vamos a justificar que amamos a Dios y no amamos a los hijos que Él ama?

   También es posible que conozcamos personas que aman a los demás, se sacrifican por ellos, ayudan a sus hermanos, pero no han descubierto el amor a Dios, su misma persona.
    ¿Estamos en alguno de los dos grupos? ¿En qué lo constatamos? ¿Por qué lo vivimos así? ¿Se dan estas posturas en nuestra fraternidad, en nuestra familia, en nuestro trabajo...?

ü La identidad cristiana está esencialmente definida por las dos actitudes, engarzadas en un solo amor, el que viene de Dios, Dios mismo. Porque Él nos amó primero podemos amar a los hermanos. En el amor concreto y hecho obras con nuestros hermanos demostramos nuestro amor a Dios. ¿Cómo expresamos estas dos caras del amor en nuestra familia, nuestra fraternidad, etc?

ü Te invitamos a dedicar un ratito al silencio y la oración, pidiendo sinceramente al Señor que nos dé un corazón capaz de amarle a Él y  a los hermanos.  

           2.      En la familia, fraternidad.
    
Ü  Después de leer el texto y sus comentarios podemos dialogar sobre lo que más nos ha sorprendido, lo que no hemos entendido, lo que más nos ha gustado…

Ü  ¿Qué nos aporta este evangelio para las relaciones de familia? ¿Qué lugar ocupa Dios en nuestra familia? ¿En qué se hace concreto? ¿Enseñamos a nuestros hijos a amar a Dios y desde este amor amar a los demás o solo a portarse bien con los otros?

Ü  Pensamos juntos que podríamos hacer esta semana en nuestra familia, fraternidad, para responder al mensaje del evangelio de hoy.


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