2.
Sus
gestos al cuidado de la vida
Como Francisco,
María Ana, no hace grandes discursos de la importancia de la vida, de la
necesidad de vivirla intensamente o del valor de cuidarla. Ella sencillamente
vive, valora la vida de los demás y la cuida mediante gestos concretos y
palabras adecuadas a sus necesidades en cada momento.
Muestra de ello son estos testimonios:
“… nos
entusiasmaba que nos tocara la suerte de ir a lavar, con el único deseos de ver
entrar a la Madre con un delantal recogido en el que llevaba algunas medias raciones
de pan y una botellita con algún vinillo. Su corazón no soportaba verlas
trabajar sin propinarles algo con que calentarse”[2]
Podemos imaginarnos la dureza de lavar a mano en agua casi helada en
pleno invierno madrileño, un lavadero pobre y sin condiciones… María Ana, con
su gesto hace que no solo se sobrelleven como necesarias las durezas de la
vida, sino que se desee vivirlas por ser objeto de sus detalles.
No menos impresionante este testimonio que nos muestra la gran
comprensión que María Ana tiene de las necesidades de niñas y jóvenes. De sus
distintos horarios y formas de alegrarse y disfrutar:
“…
como la casa no tenía condiciones, se imponía el sacrificio de salir todas las
noches a pasear por la Castellana a fin de que niñas y novicias tomaran el
fresco de la noche…”[3]
Estos gestos, no estaban reservados a las
niñas y hermanas que vivían cerca, sino
que se extienden también a las de lejos, incluso a las que la rechazan.
Es impensable como este cuidado de la vida
incluye también a las hermanas de Cataluña, las que la han rechazado, no
quieren ni recibirla y la están haciendo sufrir el dolor de la división. A
pesar de ello y
viviendo en gran pobreza y de limosnas, envía 25 duros a las hermanas de
Capellades al enterarse de que lo están pasando mal económicamente. Lo
conocemos por la carta de Sor Francisca Vidal, superiora de aquella comunidad,
en la que le da las gracias y califica el gesto como “heroico”… “me han entregado los 25 duros… Le doy
millones de gracias y todas le quedamos sumamente agradecidas, suplicando al
Señor se digne recompensarle este acto de caridad tan heroico que ha hecho
vuestra reverencia a favor de estas hermanas tan necesitadas”[4]
A lo que ella
sencillamente responde: “…mi fin no es
otro que el de aliviaros, el de favoreceros y el de consolaros, porque obras
son amores: y puede estar persuadida que según los tiempos que atravesamos es
hacer un sacrificio, sacrificio que sólo puede hacerlo una madre que quiere a
sus hijas espirituales y basta…”[5]
La vida está para María Ana por encima de
otros valores o de las circunstancias que la hacen más difícil. Por eso, como
mujer realista, su cuidado empieza por aquellas necesidades primeras, las
materiales, sin las cuales, esta no es posible.
(Continuará...)
[1] Rasgos pg. 29
[2] Gloria Sánchez. Tomado de Rasgos, pg. 30
[3] Rafaela
Beorlegui. Tomado de Rasgos, pg. 30
[4] Positio pg.
438
[5] Positio pg.
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