martes, 5 de febrero de 2013

María Ana, una vocación al servicio de la vida y su crecimiento (parte II)

(Continuación...)
 
2.       Sus gestos al cuidado de la vida

                Como Francisco, María Ana, no hace grandes discursos de la importancia de la vida, de la necesidad de vivirla intensamente o del valor de cuidarla. Ella sencillamente vive, valora la vida de los demás y la cuida mediante gestos concretos y palabras adecuadas a sus necesidades en cada momento.

                Estos gestos ante la vida nos desvelan las motivaciones más hondas de su manera de vivir y pueden ser inspiradores de la nuestra:

 “María Ana vive pendiente de los demás hasta en sus más elementales necesidades. Solo quien está olvidado de sí y atento al otro puede tener esa actitud de respuesta constante y oportuna, incluso a necesidades no manifestadas, tan solo intuidas”[1]

Muestra de ello son estos testimonios:

 “… nos entusiasmaba que nos tocara la suerte de ir a lavar, con el único deseos de ver entrar a la Madre con un delantal recogido en el que llevaba algunas medias raciones de pan y una botellita con algún vinillo. Su corazón no soportaba verlas trabajar sin propinarles algo con que calentarse”[2]

Podemos imaginarnos la dureza de lavar a mano en agua casi helada en pleno invierno madrileño, un lavadero pobre y sin condiciones… María Ana, con su gesto hace que no solo se sobrelleven como necesarias las durezas de la vida, sino que se desee vivirlas por ser objeto de sus detalles.

No menos impresionante este testimonio que nos muestra la gran comprensión que María Ana tiene de las necesidades de niñas y jóvenes. De sus distintos horarios y formas de alegrarse y disfrutar:

 “… como la casa no tenía condiciones, se imponía el sacrificio de salir todas las noches a pasear por la Castellana a fin de que niñas y novicias tomaran el fresco de la noche…”[3]

             Estos gestos, no estaban reservados a las niñas y hermanas que vivían  cerca, sino que se extienden también a las de lejos, incluso a las que la rechazan.

Es impensable como este cuidado de la vida incluye también a las hermanas de Cataluña, las que la han rechazado, no quieren ni recibirla y la están haciendo sufrir el dolor de la división. A pesar de ello y viviendo en gran pobreza y de limosnas, envía 25 duros a las hermanas de Capellades al enterarse de que lo están pasando mal económicamente. Lo conocemos por la carta de Sor Francisca Vidal, superiora de aquella comunidad, en la que le da las gracias y califica el gesto como “heroico”… “me han entregado los 25 duros… Le doy millones de gracias y todas le quedamos sumamente agradecidas, suplicando al Señor se digne recompensarle este acto de caridad tan heroico que ha hecho vuestra reverencia a favor de estas hermanas tan necesitadas”[4]

A lo que ella sencillamente responde: “…mi fin no es otro que el de aliviaros, el de favoreceros y el de consolaros, porque obras son amores: y puede estar persuadida que según los tiempos que atravesamos es hacer un sacrificio, sacrificio que sólo puede hacerlo una madre que quiere a sus hijas espirituales y basta…”[5]

La vida está para María Ana por encima de otros valores o de las circunstancias que la hacen más difícil. Por eso, como mujer realista, su cuidado empieza por aquellas necesidades primeras, las materiales, sin las cuales, esta no es posible. 

(Continuará...)

[1] Rasgos pg. 29
[2] Gloria Sánchez. Tomado de Rasgos, pg. 30
[3] Rafaela Beorlegui. Tomado de Rasgos, pg. 30
[4] Positio pg. 438
[5] Positio pg.

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