3. Cuida el crecimiento de la vida mediante la educación.
No sólo lo material hace a la vida, defender y cuidar la vida se complementa para María Ana con hacer que esta crezca y se desarrolle en todos sus ámbitos y posibilidades y para lograrlo ve en la educación un camino privilegiado y el desarrollo de su propio camino.
Su vocación la lleva a dar respuesta a las necesidades que ve a su alrededor, de las que ella destaca, como aquellas a las que se siente enviada a responder, la falta de escuelas para las niñas o la mala calidad de las mismas y la situación de las mujeres jóvenes trabajadoras. Poco a poco irá descubriendo también en los enfermos y demás necesitados, hermanos a los que socorrer, vidas que cuidar.
Y esa respuesta pasa por la educación, convencida de que una mujer sin instrucción es una persona que difícilmente llegará a ser autónoma, a desarrollar todas sus potencialidades y, como consecuencia será una mujer dependiente de la que otros podrán abusar e impedir que viva con total dignidad y libertad. Educación que va más allá de la mera enseñanza, que abarca toda la vida de la persona a la que ella como educadora atiende y a la que nos invita a atender.
Ella misma dice en uno de sus pocos escritos:
" Tres cosas son necesarias para llegar a la perfección (a la vida plena): Resolución, constancia y perseverancia como manifestó nuestro Señor a Jacob, por ser una escalera, la que era preciso subir por escalones pues así como de repente nadie se hace perverso, tampoco de repente nadie se hace santo"[1].
En su brevedad el texto nos habla de aquellas condiciones o características que hacen de la educación una plataforma de crecimiento en todos los ámbitos de la vida: la voluntad para adoptar " resolución, constancia y perseverancia"; el ideal como meta para "llegar a la perfección" o a la vida plena y para ello, el trabajo o el esfuerzo..."la escalera que es preciso subir" y todo ello con la imagen bíblica que hace referencia a Jacob.
Al hablar de “subir esta escalera” nos está hablando de la vida que crece poco a poco, de nuestra misión como laicos (educadores, padres, hermanos, hijos, vecinos...) “acompañar procesos humanos”, y nos llama la atención sobre la paciencia y el tiempo que hay que brindar para que la vida crezca desde dentro, desarrollando sus posibilidades, "nadie de repente se hace santo" en nosotros y en nuestros hijos, alumnos, compañeros de trabajo, parejas...
Hoy, con otras palabras, herederos de este mismo espíritu lo decimos en nuestros documentos.
María Ana, gran conocedora del corazón humano, apuesta por la vida, por la vida que empieza en cada niña, en cada persona, también en las que son pobres, están enfermas, sin escuelas ni recursos… e intenta en lo concreto ser para cada una de ellas vehículo, ayuda en su crecimiento. Más allá de las escuelas que fundó, en las que decía a sus hijas que “educasen más con amor de madre, que con rigor de maestras”, en la escuela de la vida, de su propia vida.
Su propia forma de vivir, de ser, de presentarse y de relacionarse con cada persona, como ser único, volcada en sus necesidades, es educadora, es escuela de vida y de vida que va creciendo. Una vida que tiene muy clara la meta, llegar a vivir intensamente la unión con Dios, fuente de toda vida y meta de la felicidad soñada.
Que como asociados y asociadas apostemos cada día por vivir como ella.
Mª Guadalupe Labrador.FMMDP
[1] “CONFERENCIAS”, de Angélica Paz González. F.M.M.D.P. pg. Pg. 134
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