viernes, 25 de enero de 2013

María Ana, una vocación al servicio de la vida y su crecimiento (parte I)

      Con motivo de la fiesta del nacimiento de nuestra Madre Fundadora, que celebramos el pasado 13 de enero, reflexionamos sobre su vida, esa vida de la que recordamos el inicio, y su manera de vivir al servicio de la vida, sobre todo de la vida de las personas a las que ella percibió más necesitadas, como respuesta a la llamada de Dios.

 Conocemos muchas facetas de la vida de nuestra Fundadora, año tras año venimos profundizando en su modo de ser y de vivir que es para nosotros modelo y referencia en nuestra propia vida y en nuestra misión, como asociados y miembros de su gran familia. Ahora queremos acercarnos a ella bajo el prisma del valor de la vida.

 1.       Su manera de vivir nos abre caminos nuevos

Una primera mirada a su vida nos hace descubrirla como una persona que “apuesta” por vivir y por vivir plenamente.

Desde muy pequeña su vida está marcada por el dolor y la dificultad, por las ausencias de los seres más queridos y los cambios grandes que la exigen “adaptar” continuamente su vida a otras circunstancias, ambientes y personas, que le exigen aprender continuamente a situarse. Esto, que hace que su vida no sea fácil, le ayuda también a adquirir una capacidad grande de adaptación, una fuerza y una tenacidad para seguir adelante, que se pone de manifiesto a lo largo de toda su vida.

Desde el momento en que emprende su camino en Ripoll, sostenida por el carisma recibido al servicio de la educación y del cuidado de la vida de los más necesitados, descubrimos en ella el motivo profundo de esta tenacidad invencible:

-       su absoluta confianza en Dios y su entusiasmo por responder a sus llamadas

-      su cariño y vinculación con las personas que Él pone en su camino, las primeras hermanas, las niñas sin escolarizar, las jóvenes sirvientas, los enfermos…

-       y su creatividad y libertad para emprender caminos nuevos, sin tener muy claros los modos desde el principio, cambiando cuando lo ve necesario. Pero siempre fiel a la llamada y misión recibidas. Sin grandiosidades, desde la sencillez, pero sin sucumbir al cansancio, a la falta de medios o a la incomprensión de los que la rodean.

En estos y otros muchos rasgos que nos indican su forma de vivir, podemos vislumbrar esos caminos por los que se nos invita a avanzar en nuestra vida:

-      Caminos de vivencia apasionada de la vocación recibida, desde la confianza y entusiasmo actualizados cada día en las circunstancias que nos toca vivir.

-       Caminos de familia, como continuadores y continuadoras de esta mujer en cuyo nombre y a cuyo estilo seguimos “tejiendo lazos” de cariño, cercanía y fraternidad desde las fraternidades de laicos y comunidades de hermanas o comunidades educativas.

-       Caminos nuevos, innovadores y creativos, buscando siempre el crecimiento de la vida de nuestros hijos, nuestros hermanos y todos los que nos rodean.
 
-    Caminos esforzados y tenaces, apoyándonos unos a otros a recorrerlos con seriedad y alegría, porque a pesar de las dificultades estamos convencidos de que nuestra vida, entregada a los demás según la vocación propia, vale la pena.
 
(Continuará...)

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