El evangelio de este
domingo tiene la misma clave que el del anterior: un hecho sencillo de la vida
cotidiana se convierte en una alegoría
para enseñarnos a ser discípulos. La meta no es que aprendamos algo nuevo sobre el pastoreo (domingo pasado) ni sobre la poda de
una vid, sino que estos dos evangelios tan sencillos “toquen nuestra vida” y podamos ir teniendo gestos de conversión claros y concretos.
Esta es la invitación pascual que este nuevo domingo recibimos, abramos
nuestra vida para acogerla y así poder ayudar a hacer lo mismo a nuestras fraternidades y familias.
Juan 15, 1-8
En aquel tiempo, dijo
Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A
todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo
poda, para que dé más fruto.
En Israel era tan
habitual ver rebaños como ver grandes extensiones de viñedos. El vino era imprescindible en su vida social porque
estaba presente en todas sus celebraciones (recordemos las bodas de Caná) y era
la bebida habitual, sobre todo cuando los manantiales estaban secos o sucios.
En los viajes se llevaba vino en un cuerno de toro, vaciado en su interior, que
servía de botella. En caso de hacerse una herida el vino se empleaba para desinfectar, como nos recuerda la
parábola del buen samaritano.
Por todo ello cuidar una vid era un arte. Y era algo
significativo en tiempos de Jesús. ¿Lo entienden así nuestros niños y niñas? ¿Y
nosotros? Si no profundizamos en el ejemplo no podremos sacar la sabiduría que ofrece la alegoría.
Cuando se poda una vid
parece mentira que pueda dar más fruto que antes de podarla. Se deja el tronco,
con apenas tres ramas y algún nudo. La vid se queda como desnuda, en su mínima
expresión y sólo la fuerza de la savia
producirá la irrupción de vida a través de los racimos. La savia ya no se
perderá en hojas muertas ni tallos inútiles, despertará nueva vida porque no
encontrará obstáculos.
Pero cuando la vida “nos poda” ¿recordamos que
puede ser una etapa de pérdidas y
despojamiento y vendrán frutos nuevos y abundantes? En esas etapas duras,
que todos los adultos hemos experimentado una y otra vez ¿leemos las pérdidas a la luz de la fe, como nos enseña el
evangelio de hoy?
Vosotros ya estáis
limpios por las palabras que os he hablado.
Quedará más clara esta
frase si traducimos: vosotros ya estáis
podados a través de la Buena Noticia que habéis recibido. Todo el Evangelio
nos poda, en el sentido de llevarnos a lo fundamental y quitarnos “malas
hierbas”, “cizaña” y “sarmientos” que entorpecen o impiden nuestro crecimiento
como discípulos. Si ponemos nombres concretos a toda esa vegetación que nos
sobra, el evangelio de hoy nos ayudara mucho a crecer.
Pero para San Juan hay
algo más importante: la Palabra se ha hecho carne. Jesús es la Palabra y la relación con Él nos va podando diariamente.
Es una relación en la que Jesús nos comunica “su savia vital” y nos va despertando Vida, para que podamos ser
portadores y despertadores de Vida a nuestro alrededor; de la suya, no de la
nuestra, que está llena de pobrezas.
Permaneced en mí, y yo
en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la
vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los
sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque
sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el
sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden.
El verbo permanecer
tiene un significado muy profundo. No se trata de quedarnos quietos, inmóviles;
en Israel se utilizaba para indicar que una persona se quedaba como huésped en una casa, o que una relación de amistad se iba estrechando y
era duradera. Es como si hoy dijéramos: desde hace tantos años hemos
permanecido siendo amigos…”
Permanecer
es estrechar la relación con Jesús cada día, es sentir que
habitamos en su casa, desde que nos llamó a la vida hasta que entremos en la
Vida. Pero si cortamos esa relación, si nos enredamos en las zarzas de los
valles tenebrosos, como la oveja perdida, no podemos recibir su savia y los
frutos no estarán llenos de la vida extraordinaria que nos comunica y que ha
hecho que el cristianismo esté lleno de miles y miles de santos y santas.
El Antiguo Testamento
tiene ejemplos muy claros sobre lo que supone vivir sin la savia que recibimos de
Dios. Por ejemplo, el profeta Isaías
nos recuerda que el pueblo es como la viña elegida y cuidada por Dios, pero le ha dado la espalda y corre tras otros dioses para adorarlos. ¿Qué más puede hacer
Dios por su pueblo? El profeta nos lo dice a través de la Canción de la viña:
“Mi amigo tenía una viña en una ladera fértil. La había
cercado, le quitó las piedras y plantó buenas cepas; había edificado en medio
de ella una torre, y en ella hizo un
lagar. Y espero a que diese uvas, pero dio uvas silvestres. Ahora, pues,
vecinos de Jerusalén y varones de Judá, juzgad ahora entre mi viña y yo. Qué
más podía hacer por mi viña, que yo no haya hecho en ella? Yo esperaba que me
diese uvas ¿por qué me ha dado uvas silvestres? Os mostraré, pues, ahora lo que
haré yo a mi viña: Le quitaré su valla, y será quemada; le quitaré la cerca, y
será pisoteada. Haré que quede desierta; no será podada ni cavada, y crecerán
las zarzas y los espinos; y aun a las nubes mandaré que no derramen lluvia
sobre ella” (Isaías
5, 1-6)
Más tarde el profeta
predicó un mensaje de esperanza: el
Señor será de nuevo el guardián de su viña, la regará de nuevo y la guardará
día y noche (Isaías 27, 2-4)
Esto mismo
experimentamos en nuestra vida. Podemos haber estado unidos a la vid un tiempo
y haber sido sarmientos secos en otras ocasiones; la reincorporación a la vid,
el ser injertado de nuevo para
recuperar la vida y dar fruto es posible.
¡Hay tantos ejemplos en la historia de la Iglesia y en nuestra propia historia
vital! ¡Es tan importante que este mensaje
esperanzador se transmita a los más jóvenes, para que les quede siempre
abierta la posibilidad de recuperar la savia, tras haber tenido experiencias en
las que se han desgajado de la relación con Dios!
Si permanecéis en mí,
y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.
Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis
discípulos míos.»
Una lectura superficial
de este párrafo nos puede dar la impresión de que se nos pone en las manos una
varita mágica para pedir lo que deseamos. Si estamos recibiendo la savia de
Dios es evidente que nuestros deseos y peticiones se transforman, porque el
buen Dios nos dilata el corazón y nos hace justos, misericordiosos, compasivos…
La
savia que recibimos nos empapa de los valores del Reino de Dios a raudales
y eso nos hace pedir lo que necesita el Reino: dar de comer al hambriento, de
beber al sediento, visitar a los enfermos… y dar gratuitamente la Vida que hemos recibido.
El evangelio en las TIC
q “Yo soy la vid verdadera y mi Padre el viñador” Recitado del evangelio y canción de Ain Karen, muy buena para la reflexión y oración. 3,31 minutos https://youtu.be/rqVUDB8f6Dg también la encontráis, con otras imágenes en este enlace: https://youtu.be/n6R_yWni-tc
q “La verdadera vid” canción con dibujos para niños, del grupo boliviano Trigo Santo https://youtu.be/O1Vjn5o0r4A
q “Tu mi raíz y mi fuente” canción del grupo Acix, buena para los adultos como respuesta al evangelio de hoy. Cantada en varios idiomas. https://youtu.be/BmBspTSsXak
PARA REFLEXIONAR
1.
Personalmente.
- ¿Qué resuena en nosotros al leer este
texto del evangelio y sus comentarios? ¿Nos visualizamos como sarmientos de esa
“vid” que es Jesús? ¿Cómo viña cuidada, protegida, regada?
- Podemos intentar recordar y nombrar esas
situaciones de nuestra vida en las que nos hemos sentido “podados” ¿Cómo las
vivimos en su momento? ¿Cómo las leemos hoy, después de un tiempo? ¿De qué
hojarascas nos ha librado? ¿Somos conscientes de ramas y frutos nuevos después
de la poda? ¿Qué frutos?
- Como cristianos adultos nos sentimos responsables de dar fruto en nuestras tareas, en la
misión que tenemos encomendada. ¿Cuándo consideramos que estamos “dando fruto”?
¿Qué importancia estamos dando en nuestra vida a “Permanecer en Jesús”? ¿Somos conscientes de que nuestra
“permanencia” en Jesús es indispensable para dar frutos del Reino?
- Podemos terminar escuchando y haciendo
oración la canción: “Tú mi raíz” de
la que os adjuntamos la letra.
2.
En la fraternidad, la familia...
Ü Después
de leer el texto y sus comentarios podemos dialogar sobre lo que más nos ha
sorprendido, lo que no hemos entendido, lo que más nos ha gustado…
Ü Podemos
elegir entre estas dos imágenes: cada uno de nosotros, padres y madres, somos
“sarmientos de la vid verdadera que es Jesús” o bien visualizar a nuestra
familia, a nuestra fraternidad, como “la viña del Señor” y profundizar en ella poniendo nombre,
recordando situaciones concretas que
responden a esta imagen:
- ¿Cuándo hemos tenido experiencias de
poda? ¿Cómo lo hemos vivido? ¿Qué nuevas ramas, realidades, frutos han surgido
en nosotros?
- ¿Qué experiencia tenemos de “permanecer”
en Jesús? ¿Cómo estamos educando en esta relación con Él a nuestros hijos?
- Como familia-viña del Señor, ¿qué
cuidados hemos recibido? ¿qué frutos estamos dando?...
Ü Os
invitamos a terminar escuchando y haciendo oración la canción “Tú mi raíz” o “Yo
soy la vid verdadera y mi Padre el viñador” de uno de los vídeos.
……………………………………………..
Tú, mi raíz. Letra de la canción.
Arraigado en Ti, Señor,
con mis raíces en Ti,
como el árbol junto a las aguas
quiero vivir.
Arraigado en Ti, Señor,
entregado a Ti,
como sal y luz en la tierra
unido siempre a Ti
Tú, mi raíz, mi
fuente de amor.
Tú, mi cimiento,
mi roca, mi Dios,
Tú, mi Señor.
Tú, mi Señor.
Edificado en Ti, Señor,
yo confiaré.
Cada día Tú me sostienes
firme en la fe.
Edificado en Ti, Señor,
en las tormentas nada temeré.
Los fracasos y los problemas
No harán temblar mis pies.
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