Avanzamos
en el tiempo pascual y cada domingo nos vamos encontrando con unos relatos en
los que Jesús sale al encuentro de sus discípulos, de muchas y variadas formas
y en esos encuentros se sienten transformados. A partir de ellos pueden
expresar y anunciar a los demás su propia fe en Jesús vivo y resucitado.
Estos
textos nos ayudan a reflexionar sobre nuestra propia realidad. ¿Cómo y cuándo
nos hemos encontrado cada uno de nosotros con Jesús Resucitado? ¿Qué ha
cambiado esta experiencia en nuestra vida?
Igual
que lo primeros discípulos estamos llamados a “ser testigos” de esta resurrección
que nos ha liberado de nuestros miedos y pecados. Que el evangelio de este
domingo nos ayude a ello.
Lucas 24, 35-48
En aquel tiempo, contaban los
discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a
Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta
Jesús en medio de ellos y les dice: «Paz a vosotros.»
Nos
encontramos al comienzo de este evangelio con una situación muy parecida a la que
nos presentaba el domingo pasado el evangelio de Juan. Algunos discípulos
siguen reunidos en Jerusalén cuando otros llegan contando diversas experiencias
de encuentro con Jesús vivo.
En
los versículos anteriores al evangelio de hoy, Lucas nos ha presentado la
aparición a un grupo de mujeres, a las que no creyeron los apóstoles y
discípulos porque sus palabras “les parecieron un delirio”. Después
se nos habla de la aparición a los discípulos de Emaús, y ahora se hace Jesús presente en medio de ellos, deseándoles su
paz.
Llenos de miedo por la sorpresa,
creían ver un fantasma. Él les dijo: «
¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis
manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma
no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.» Dicho esto, les mostró las manos y
los pies.
Junto
al deseo de paz de Jesús nos encontramos con el miedo de los discípulos. Juan
nos decía el domingo pasado que tenían miedo a los judíos. Lucas, nos dice que
este miedo es por la sorpresa, porque no reconocieron a Jesús y creían ver un
fantasma.
El
evangelio nos plantea una clave: ¿cómo
podían identificar a Jesús resucitado? Según la mayoría de los relatos de
las apariciones esta identificación era lenta y costosa. Es Jesús mismo el que
les da “señales” de que es Él: mostrándoles las llagas, hablándoles y recordándoles
lo vivido en común, tranquilizándoles y convenciéndoles de que es verdad lo que
están viendo y no se trata de un fantasma.
Los
judíos se negaban a creer en la resurrección; también los discípulos tienen dudas de la
realidad de Jesús. Y sólo una experiencia
de encuentro con el Resucitado hace cambiar su mente y su corazón, abre sus
ojos para ver y reconocer a Jesús.
No
es algo que ellos busquen ni provoquen, Jesús se presenta cuando menos lo
buscan o cuando han dejado de buscarle y de creer en él. Es la experiencia de
un Jesús real la que produce en los once y en los hombres y mujeres de la
primera comunidad, un cambio total que
podemos llamar conversión, y una
liberación del pecado y del miedo, incluso a la propia muerte. La comunidad
cristiana surge como tal comunidad de la experiencia -personal y comunitaria-
de encuentro con Jesús vivo y resucitado.
Y como no acababan de creer por la
alegría, y seguían atónitos, les dijo: « ¿Tenéis ahí algo que comer?» Ellos le
ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les
dijo: «Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo
escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que
cumplirse.»
En
este caso Jesús les pide algo de comer y come delante de ellos. Es una manera
catequética de decirnos que recuerden las experiencias que tuvieron con Jesús.
No tiene sentido que nos quedemos con la imagen de un resucitado comiendo un
trozo de pescado sino que Lucas es el evangelista que ofrece continuamente
signos, señales, para ayudarnos a mirar más allá de lo que vemos a simple vista.
Comer
juntos, para los judíos, era signo de misión compartida y de vida compartida.
No existían, como ahora, las comidas con quienes no tienes nada en común o con
los enemigos. Comer juntos era un gesto
que muchas veces habían compartido y que
Jesús aprovechaba para explicar el sentido de lo que estaban viviendo. Él mismo
lo explica recordándoles lo que les decía “mientras estaba con vosotros”.
Nos plantea aquí lo esencial de estos relatos “El
Resucitado y Jesús de Nazaret son la misma persona”. El texto es gráfico y claro: el que ahora está entre los
discípulos y Jesús de Nazaret, con el que ellos han convivido, son la misma
persona.
Esta
realidad se repite insistentemente en varios tipos de relatos: “A Jesús el Nazareno… lo matasteis crucificándolo…
pero Dios lo ha resucitado, rompiendo las ligaduras de la muerte…” (Hechos
2, 23-24) dirá Pedro como autoridad y palabra definitiva, expresando la fe de
las primeras comunidades.
Encontramos
también otra referencia importante, la alusión que Lucas pone en boca de Jesús
mismo a “las Escrituras”, lo que nosotros entendemos por el Antiguo Testamento.
“Todo lo escrito acerca de mí tenía que cumplirse”. Pone en relación su vida con la ley, con las Escrituras,
dándonos otra clave de lectura de las mismas, en cuanto que anuncian lo que se
ha hecho realidad en su vida. El sentido último del Antiguo Testamento, es la
persona de Jesús. Toda la historia anterior es un proceso que culmina en Él.
Ese
todo lo concretará en el párrafo siguiente en la pasión, muerte, proclamación
universal del perdón de los pecados y la salvación. Ese “tenía que” no podemos
entenderlo como predeterminación, sino como una clave de profundización en los acontecimientos, que nos hace descubrir su
sentido hondo. La acción de Dios en la historia sin intervencionismos que
quitan la libertad a los hombres y los pueblos.
Entonces les abrió el entendimiento
para comprender las Escrituras. Y añadió: «Así estaba escrito: el Mesías
padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se
predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos,
comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»
El
encuentro con Jesús lleva inherente un don: poder comprender las Escrituras
desde otra perspectiva, que se abra el entendimiento para entender su
sentido. Lo que experimentaron los discípulos de Emaús y los hombres y mujeres
que estaban reunidos en el cenáculo es también un don para cada uno de nosotros
hoy.
Estos
dos párrafos del evangelio eran el resumen, la síntesis de la predicación de las primeras comunidades. Hay que leerlo en relación con el comienzo del
libro de los Hechos de los Apóstoles “recibiréis
la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos
en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra” (1,
8). Todo debe comenzar en Jerusalén porque para los judíos era el centro
religioso del mundo, pero desde allí debía extenderse por todo el mundo.
Jesús
les ayudó a comprender las Escrituras: todo el camino recorrido por Israel, y
por cada uno de nosotros, recibe su sentido en el encuentro con el Resucitado.
El camino de la cruz y la resurrección tienen sentido cuando predicamos como testigos. Representa el
cumplimiento de las promesas históricas del Dios de Israel, pero también la
satisfacción de las exigencias y las esperanzas de cada persona humana.
Así
las palabras de Jesús, que empiezan con una referencia al pasado, (cuando
estaba con vosotros) abren ahora a los discípulos hacia el futuro “en su nombre
se predicará la conversión a todos los pueblos”. Los discípulos pasan de ser
destinatarios del anuncio de Jesús a ser enviados y compartir su propia
experiencia con el Resucitado.
Se
ha iniciado el tiempo y la misión de la Iglesia, nos dice Lucas. Una misión que
se inicia en Jerusalén, lugar donde todo sucede y donde se cierra una etapa y
donde comienza otra marcada por la universalidad,
el anuncio a partir de ahora debe alcanzar a todo el mundo, llevando a todos el
anuncio de la salvación..
Esta
misión se encomienda a los once y a toda la comunidad cristiana, “testigo” de
la muerte y resurrección de Jesús. Nos
transmite una apertura y horizonte ilimitado.
El evangelio en las TIC
q
“Yo creo en tu
Resurrección”
canción de la hermana Glenda, con dibujos de Fano. https://youtu.be/wyRxnWqKC0g
q
“¡Resucitó!” canción de
Martín Valverde. Da pie para trabajar dos aspectos: Jesús de Nazaret, el que
vivió en Palestina y murió es el mismo que resucitó y lo que supone la
resurrección como acontecimiento central de nuestra fe y nuestro estilo de
vivir. https://youtu.be/A0cMBDsMWQU
q
Cristo el Señor
resucitó; su amor fue más fuerte que la muerte https://youtu.be/PlKSmZR6JEk?list=RD62f_-X81ivs
PARA REFLEXIONAR
1. Personalmente
Después de leer el evangelio y sus comentaros, tras
un rato de silencio, dejando resonar esta Palabra en ti, te proponemos algunas
preguntas para la reflexión, si te ayudan:
ü ¿Cuál es tu experiencia de encuentro con Jesús? ¿En qué momentos y
circunstancias de tu vida Jesús ha salido a tu encuentro? ¿Recuerdas con
frecuencia esos momentos y sientes que como van transformando tu vida?
ü ¿Dedicas un tiempo diario o al menos semanal para la oración, para cuidar
y hacer posible en la calma y el silencio estos encuentros?
ü Escucha en silencio una de las canciones propuestas y expresa ante el
Señor los sentimientos que surgen en ti.
2.
En la fraternidad, la familia…
Ø Después de leer
el texto y sus comentarios podemos dialogar sobre lo que más nos ha
sorprendido, lo que no entendemos, lo que más nos ha gustado…
Ø Empezamos ahora
la tercera semana de Pascua. Podemos pararnos a pensar ¿cómo lo estamos
viviendo en nuestra fraternidad, familia, parroquia…? ¿En qué se nota que
estamos en tiempo pascual?
Ø En concreto
podemos dialogar sobre dos aspectos que nos plantea este evangelio:
· ¿Cómo hemos
vivido nosotros el encuentro con Jesús Resucitado? ¿Qué ha significado o está
significando en nuestra vida como asociados?
· ¿Y cómo somos
testigos del Señor Resucitado en nuestra casa y con nuestros hijos, en el
trabajo, en la fraternidad…?
Ø Os proponemos
terminar haciendo oración con una de las canciones propuestas.
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