domingo, 22 de noviembre de 2015

YO SIGO A MI REY

Un poderoso sultán viajaba por el desierto, seguido de una larga caravana, que transportaba una pesada carga de riqueza en oro y objetos preciosos. A mitad de camino, cercado por el fuego de los arenales, un camello, extenuado, cayó para no levantarse. 

El arca que transportaba sobre sus espaldas, crujió y se deshizo dejando esparcidas sobre las aremas joyas y brillantes. 

El príncipe, no teniendo con qué recoger el precioso caudal, hizo un gesto entre displicente y generoso, invitando a sus pajes y criados a guardarse lo que cada uno podía cargar sobre sí. 

Mientras éstos se abalanzaban con avidez sobre el rico botín para buscar entre los granos de arena otros granos que brillaban un poco más, el príncipe siguió adelante un camino por el desierto. 

De pronto, escuchó los pasos de alquien que caminaba a sus espaldas. Volvióse y advitió que era uno de sus pajes que le seguía, jadeante y sudoroso.
-Y tú -le preguntó-, ¿no te quedas a recoger nada?

El joven respondió con secillez llena de distinción:
-YO SIGO A MI REY.


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