El evangelio de hoy
aparentemente es muy sencillo. Se puede resumir en pocas palabras: Jesús se
encuentra a un ciego y le cura. Pero como nosotros no nos llamamos Bartimeo ni
estamos ciegos podemos leerlo rápidamente y dedicarnos a otra cosa, de las muchas
que tenemos pendientes.

Porque estamos llamados
a tener una mirada contemplativa
sobre el mundo y sobre cada persona y seguramente nos queda mucha suciedad en
la mirada.
Porque estamos llamados
a conmovernos ante quien llora
y sufre y seguramente desviamos muchas
veces la vista y seguimos nuestro camino. Porque… ¡yo también soy Bartimeo!
Marcos 10, 46 – 52
En aquel tiempo, al
salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, el ciego Bartimeo,
el hijo de Timeo, estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna.
Jericó está situado a
unos 8 kilómetros del extremo norte del mar Muerto, es una de las ciudades más
antiguas del mundo. Allí vivieron varios profetas y en esa pequeña ciudad se
convirtió Zaqueo al escuchar a Jesús y acogerlo en su casa. Era un oasis en medio del desierto, con un
gran manantial y muchas palmeras, por
eso era un lugar con mucho tránsito.
En español hay muchos
apellidos patronímicos formados por
el sufijo “ez”; Fernández expresaba que era hijo de Fernán o Fernando, Álvarez
era hijo de Álvaro. En arameo (lengua de Jesús) usaban bar como prefijo del nombre para indicar de quien era hijo una
persona. De ahí el nombre de Bartimeo.
La
ceguera se consideraba un castigo de Dios y suponía una tragedia,
porque ni los caminos ni la sociedad estaban preparados para facilitar la vida
a los que no veían. Sólo la limosna podía hacer que la vida de los invidentes
fuera más llevadera.
Al oír que era Jesús
Nazareno, empezó a gritar: «Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí.»
Muchos lo regañaban
para que se callara. Pero él gritaba más: «Hijo de David, ten compasión de mí.»
La expresión “Hijo de
David” es un título mesiánico, es
una manera de decirnos el evangelista que un ciego está “viendo” en Jesús al
Mesías, mientras que el resto de la gente estaba realmente ciega al no
descubrirlo, ni creer en el testimonio que daba Bartimeo, por eso le mandan
callar y le regañan.
Jesús se detuvo y
dijo: «Llamadlo.»
La compasión es un
sentimiento que nace ante el sufrimiento ajeno y nos impulsa a aliviarlo.
Bartimeo necesita esa compasión porque “ha visto” al Mesías.
Si Jesús no se hubiera
detenido no hubiera escandalizado a nadie porque en su tiempo se suponía que
Dios hacía justicia y le daba a cada uno lo que merecía. Si Bartimeo había
recibido la ceguera Dios sabría por qué. No había que enmendar la página a
Dios, a lo sumo ponerle una moneda en la
mano de este pobre hombre y segur el camino. Pero Jesús cuidó mucho los encuentros personales con los hombres y
mujeres de su tiempo. Cuidó la cercanía, la mirada, el tacto y hasta el tono de
voz con el que hablaba de su Abbá.
Llamaron al ciego,
diciéndole: «Ánimo, levántate, que te llama.» Soltó el manto, dio un salto y se
acercó a Jesús.
Jesús le dijo: «¿Qué quieres que haga por
ti?»
Es la misma pregunta
que le hizo a los hijos de Zebedeo, pero las respuestas son opuestas. Santiago
y Juan querían sentarse como hombres poderosos, a la derecha y a la izquierda
del Mesías. Sin embargo Bartimeo, que lleva toda la vida sentado en el camino
quiere ver, y cuando recupera la vista
se pone en camino, siguiendo a Jesús. Bartimeo ha entendido lo que es el
discipulado, a pesar de que su encuentro con Jesús ha sido breve, sin embargo
Santiago y Juan llevan tiempo viendo las obras de Jesús y oyendo sus palabras y
no han entendido.
Estos versículos tan
breves nos invitan a meditar sobre
tres aspectos muy importantes:
- Recuperar el ánimo: Bartimeo lo necesitaría porque podemos
imaginarnos lo que supone pasar toda la vida a la vera del camino, con una mano
extendida, a merced de que alguien pase y le socorra. El encuentro con Jesús es
ocasión para recuperar ese ánimo. ¿Lo experimentamos?
-
Levantarse: su sitio ya no será el suelo de un camino, sino hacer camino con Jesús, acompañarle
como discípulo, y san Marcos nos lo dice con esa expresión tan simpática “dio
un salto”. Podemos preguntarnos ¿cómo pudo dar el salto y acercarse a Jesús si
todavía no veía? Porque para los evangelistas tiene mucha menos importancia el
cambio físico (la curación) que el
cambio de actitud. Y san Marcos nos está diciendo que deja lo que tiene “entre manos” para seguir a Jesús, como hicieron
antes Pedro y los hijos de Zebedeo, cuando
dejaron las redes, la pesca y a la familia.
En el evangelio van
apareciendo encuentros de Jesús con personas que están encorvadas, paralizadas,
muertas… y tras el encuentro con Jesús algo se mueve en su vida, algo revive.
¿También en la nuestra?
-
Jesús te llama: Es la raíz de toda vocación, percibir una llamada directa o a través de
personas y acontecimientos. Una llamada clara o que se va clarificando a lo largo
de años. Fuerte, o suave como un susurro. A Bartimeo le daban limosnas, ahora
no le van a dar una moneda, sino aquello que transformará su vida. Y Bartimeo entrega lo mejor que tiene: su
propia vida para seguir a Jesús.
Estas tres palabras
tuvieron que dejar una huella profunda en las primeras comunidades cuando
meditaran en ellas. En medio de las persecuciones y dificultades de su tiempo
los hombres y mujeres bautizados, recibirían ánimo y redescubrirían la llamada
de Jesús para incorporarse y dar ánimo a
quienes les rodeaban.
El ciego le contestó:
«Maestro, que pueda ver.»
Es un buen “ejercicio espiritual” repetir una y
otra vez las mismas palabras que el ciego: “Maestro,
que pueda ver”.
· Que podamos ver la situación del mundo y
esa mirada nos reavive la compasión
cada día.
· Que podamos ver todo aquello que nos
paraliza y escuchar cada mañana: levántate
y ponte en camino.
· Que podamos ver nuestras pobrezas y, en
lugar de hundirnos o replegarnos, percibir ese ánimo que se nos regala como don.
Jesús le dijo: «Anda,
tu fe te ha curado.» Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.
En los versículos
anteriores nos ha dicho Marcos que cada vez que Jesús anunciaba su pasión los
discípulos ponían pegas, le replicaban, pedían los mejores puestos… Ni
entendían ni querían entender. Ahora nos presenta a Jesús pasando por Jericó,
porque va de camino a Jerusalén, que es un modo de decirnos que se va acercando
a su destino, al lugar donde entregará su vida.
Bartimeo, tras el
encuentro con Jesús ha recobrado la vista, ya no necesita vivir de limosnas
porque ha encontrado un tesoro: ¡a Jesús
mismo! Lo mejor que puede hacer es seguirle.
Ya estaba dispuesto a
hacerlo cuando se acercó a Él, ahora Jesús va delante y Bartimeo le sigue por
el camino hacia Jerusalén. Preciosa
imagen que nos resume lo que es el discipulado.
El evangelio en las TIC
https://youtu.be/iALSA4LQ-rE narración
textual del evangelio de hoy con imágenes. 1,44 minutos.
https://youtu.be/x6d8a-G1Cew
el evangelio de hoy solo con dibujos para los más pequeños. Requiere que el
profesor lo vaya leyendo. 1,30 minutos
https://youtu.be/2g8a-wIwUiM
narración del evangelio de hoy intercalando imágenes actuales, que pueden
ayudar a comprender mejor el texto. 2,40 minutos
https://youtu.be/uI3Czy1LjrY texto del evangelio cantado con imágenes de
la película. 3,20 minutos
https://youtu.be/ogSJchh6tH8
la historia de Bartimeo contada por él mismo, con dibujos
https://youtu.be/NNCSMm9mnuw
“El señor es mi luz y mi salvación” salmo 26, apropiado para la oración.
1.
Personalmente
Después
de leer este precioso texto del evangelio y sus aclaraciones, podemos hacer
silencio unos minutos y dejar que resuene en nosotros alguna palabra, algún
gesto…
Como
te indicamos en la introducción, trata de releerlo poniendo tu nombre en lugar
de Bartimeo y tratando de vivir su experiencia. Identificando y nombrando “tus
cegueras”, los “bordes de los caminos en los que estás sentado/a”, y sobre todo
contestando lo más sinceramente posible a la pregunta del Señor que te dice,
“¿Qué quieres que haga por ti?”
2. En la fraternidad, familia...
- Después de leer el texto y sus comentarios podemos dialogar sobre lo que más nos ha sorprendido, lo que no entendemos, lo que más nos ha gustado…
- Tomando la introducción releemos el texto pensando en cada uno de nosotros y en la vida de nuestra familia, fraternidad, ¿qué cegueras hay en ella? ¿Al borde de qué caminos estamos “sentados” sin entrar en ellos? ¿Qué “queremos que Jesús haga por nosotros, padres o madres, hermanos, o por nuestra familia? ¿Qué le contestamos?
- Con la respuesta a las preguntas anteriores hacemos nuestra oración. Podemos terminar rezando el salmo 26, ayudándonos del video que os indicamos al final del apartado 'El evangelio en las TIC'.