viernes, 6 de noviembre de 2015

Curso bíblico: Domingo 08.11.2015

 





 

Esta misma mañana al ir a entrar al supermercado vi una señora muy mayor, bajita, delgadita, pelo blanco
que alargaba la mano hacia el africano, alto y fuerte que pedía limosna ofreciendo La Farola. Algo se disparó en mí, que ya iba dándole vueltas a este evangelio.
Mientras cerraba el paraguas oí la voz del africano que a su modo la decía: “Uste no necesidad de darme señora. Nosotros dos somos igual de pobres”. Ella le sonreía diciendo “Hijo si solo son diez céntimos”.
Me quedé parada, emocionada ante la escena. Me suscitó tantas preguntas y tanta admiración…
Podría muy bien ser la escena que nos narra el evangelio de Marcos este domingo, en otros lugares y con otros personajes, en el fondo tan iguales… Y es que la sencillez y a la vez la fuerza del evangelio es tal, que puede expresar muy bien la vida de cada uno de nosotros. Hoy nos sacude con su hondura para decirnos, ¿A quienes ves en la vida? ¿Qué valoras? ¿En qué consiste su religiosidad? ¿Cuál es tu apuesta, el corazón o las apariencias?... Si realmente queremos ser seguidores de Jesús nos abre un camino de confianza, gratuidad y generosidad sin límites. 

Marcos 12, 38-44

Marcos nos habla en su evangelio de que Jesús “sube a Jerusalén” con sus discípulos, como etapa final de su vida. En este camino los discípulos van vislumbrando lo que es para Jesús y la forma de vida que él quiere para sus seguidores.También observan como esta manera de hablar y vivir le lleva a un casi continuo enfrentamiento con los escribas y fariseos, como otras muchas veces hemos reflexionado. En este ambiente situamos el evangelio de hoy.

En aquel tiempo, entre lo que enseñaba Jesús a la gente, dijo: « ¡Cuidado con los escribas! Les encanta pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán una sentencia más rigurosa.»

En muchos domingos hemos visto ya de varias formas, las discrepancias entre las actitudes de los “dirigentes religiosos” de Israel, maestros de la ley, escribas y fariseos y la de Jesús. En este texto queda muy claro el estilo der vida y las actitudes que rechaza Jesús, descrito en estos rasgos concretos: “pasearse con amplios ropajes” “que les hagan reverencias”, “ocupar los primeros puestos”… en definitiva el exhibir y presumir de su cumplimiento de la Ley. 

Pero un cumplimiento externo, de aquello que puede ser “visto por los hombres” para ser valorados por estos. Jesús desenmascara este falso proceder, esta falsa religiosidad, que no solo que se queda en las apariencias, sino que es el pretexto para aprovechase de los más débiles, los más pobres. Y dura y certeramente expresa que “recibirán una sentencia más rigurosa”. 

En primer lugar por su relación con Dios, “yo cumplo tu ley, yo ayuno, yo… y tú me tienes que dar la salvación” Relación más comercial que de fe y confianza. Podemos recordar la parábola del “fariseo y el publicano” (Lc 18:9-14) dicha para algunos “que se tenían a sí mismos por justos y menospreciaban a los otros”. En ella se nos dice claramente la actitud que quien es acogido por Dios.

En segundo lugar por su relación con los demás, a los que “miden y condenan”, de los que separan, creyéndose mejores que ellos… Esta actitud no crea comunidad, sino división. No nos hace hermanos, sino jueces duros de los demás, a los que desprecian por “no cumplidores”. En el fondo solo piensan en sí mismos y se aprovechan de los más débiles a los que deberían servir. 

Jesús en este texto no condena a los letrados, llama la atención de sus discípulos y de la gente sencilla, que puede dejarse deslumbrar por estas actitudes falsas y desorientarse.  Es una advertencia para la primera comunidad cristiana y para nosotros hoy. ¿No vemos muchas veces valorar actitudes hipócritas y falsas apariencias de religiosidad?  Y nosotros mismos ¿por qué nos dejamos deslumbrar? ¿Cuánto de mentalidad farisea tenemos aun? ¿Cuánta importancia le damos a las apariencias, a que no se descubran nuestros fallos…? ¿Cómo valoramos a los demás?

Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales. 

Al terminar su enseñanza anterior Jesús se marcha al “atrio de la mujeres”. Allí estaba la “sala del tesoro”, en donde se recogían las limosnas para el culto. A lo largo de uno de sus muros había colocados trece cepillos, tipo embudos grandes en forma de bocina, que permitían echar las monedas desde lejos y escuchar “con orgullo” el sonido que hacían al caer en el metal. 


Nos llama la atención que dice el texto, se sentó a observar, sin duda en silencio, a los que iban “echando” su limosna. Observaba como muchos ricos echaban grandes cantidades, sin dejarse impresionar, pero se siente conmovido al ver como una pobre viuda echa dos reales. Es una viuda pobre, maltratada por la vida y las costumbres de la época, sin duda se dedicaba a pedir limosna y ha dado lo poco que ha obtenido.  

Las viudas son en este tiempo en Israel uno de los grupos de personas más pobres, junto con los huérfanos. Son mujeres, sin acceso a ningún trabajo remunerado. Generalmente las mujeres son alimentadas y cuidadas por sus padres, hasta que se casan y pasan a ser igualmente alimentadas y cuidadas por sus maridos, no siempre según sus necesidades, sino las del marido. Ser viuda era estar abocada a la muerte si no encontraba a “un señor” que se hiciese cargo de ella.  

En esta realidad, Marcos destaca como una viuda echa dos monedas de cobre, las más pequeñas que circulaban entonces, unos dos céntimos de euro, diríamos hoy.   Quizá a muchos de nosotros se nos ocurriría decirle a la viuda, “no hace falta que tú les des nada a los sacerdotes ellos tienen más que tú. Utilízalas para comer”. No es esta la irada ni la reacción de Jesús. 

Llamando a sus discípulos, les dijo: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

Al verlo, conmovido, Jesús deja su observación para llamar la atención de los discípulos, no sea  que ellos, deslumbrados por las grandes cantidades no hayan visto a esta pobre viuda. 

El comienzo de esta enseñanza de Jesús, “os aseguro”, que muchas veces hemos oído traducido como “En verdad os digo”, indica que la frase que viene a continuación es muy importante. 

Jesús afirma tajantemente que ha echado más que nadie. Porque el valor de la ofrenda, es el que tienen para la mujer: son su única posibilidad de sobrevivir, de comprar lo esencial de su “sustento” (=lo que la sostiene con vida). Da lo que necesita vitalmente, no de lo que la sobra. Y lo hace con naturalidad, en silencio. Alejada de todo cálculo, deposita sus únicas monedas y en este acto deposita en Dios toda su confianza de vivir, expresando una auténtica religiosidad (frente a la falsa religiosidad que acaba de denunciar en los fariseos). Por encima de las monedas Jesús les invita a mirar su corazón. Un corazón que cree en un Dios que “es el primero en su vida. Que se cuidará de ella”. Por eso, en un acto de fe y confianza de hija pone su vida, sus pocos recursos para mantenerla, en manos de Dios. Es algo hondo, entre Dios y ella, no importa lo que  los demás vean o aplaudan. Su gesto nos descubre el corazón de la religión que Dios quiere: confianza absoluta en Él, gratuidad sorprendente, generosidad y solidaridad sin cálculos, sencillez, verdad…  

Jesús remarca el contrate entre las dos formas de vivir, la de los ricos que echan mucho y la de la viuda pobre, porque quiere que sus discípulos de entonces y de hoy, no olvidemos el gesto de esta mujer. Nos abre los ojos para ver dónde está la verdad. Nos invita a ser como la viuda, poniéndola como ejemplo de los auténticos seguidores y evangelizadores. Nos urge a tomar opciones, a dejarnos desenmascarar para que queden al descubierto las intenciones de nuestro corazón. 

 El lenguaje y el modo de narrarlo el evangelio es tan sencillo y tan transparente que nos hace sentirnos reflejados en unos o en la otra. 

¿Presumimos de nuestras acciones de “buenos cristianos”, de nuestras posibilidades y puestos, sintiéndonos superiores o mejores que los demás? ¿Sabemos ver a nuestro alrededor a tantos hombres y mujeres de fe sencilla y corazón generoso? ¿Nos dejamos interpelar por sus gestos? ¿Cómo los valoramos dentro de la Iglesia?
 
El evangelio en las TIC

https://youtu.be/hPN9LeRT80Y solo la primera parte con imágenes de la película 1,40 minutos
https://youtu.be/1Ww4yESRHsM  la segunda parte del evangelio, con el mismo estilo de imágenes.  1,28 minutos
https://youtu.be/rVdv69Ud_P8 texto entero del evangelio. 2,02 minutos
https://youtu.be/DYQ3UO0Q3Ag “Aquí está mi ofrenda” canción de Cyntia Obeso, cantado por niños. 0, 40 minutos. Apropiada para los más pequeños
https://youtu.be/5dbWJBHZ428 “Cuando el pobre nada tiene y aun reparte” Canción de Ricardo Martínez, muy adecuada para la oración. 
https://youtu.be/PLbQBNIfZvs?list=RDPLbQBNIfZvs “Todo es de todos” de Luis Guitarra para hablar de la limosna desde otra clave.
https://youtu.be/joAGlgel7ds “Está claro que no podríamos ser agua” de Maldita Nerea. Nos da posibilidades de leer algunos mensajes de este evangelio desde otro lenguaje, que puede calar en los adolescentes. 4,25 minutos
https://youtu.be/GzFJdXb-9TQ Se generoso, canción niños 

PARA REFLEXIONAR.

       1.      Personalmente
-          Este domingo, para dejar que el evangelio “cale” en nuestro interior, te sugerimos que lo leas con calma y lo acojas en silencio. Más que ir contestando las preguntas, que a lo mejor lo has ido haciendo mientras lo leías, déjate llevar por aquello que te ha conmovido, que ha hecho que algo se mueva dentro de ti. 
-           Y después ora pidiéndole al Señor lo que creas que más necesitas en este momento.

       2.      En la fraternidad, familia, parroquia...
-        Después de leer el texto y sus comentarios podemos dialogar sobre lo que más nos ha sorprendido, lo que no entendemos, lo que más nos ha gustado…
-         ¿Cómo es la religiosidad de nuestra familia? ¿Cómo y para qué motivamos a nuestros hijos?
-        Parándonos en la “limosna”, o en la solidaridad que vivimos como fraternidad, familia, ¿en qué la concretamos? ¿Qué están viviendo y aprendiendo nuestros hijos de nosotros?
-        Con la canción “Cuando el pobre nada tiene y aun reparte” podemos hacer nuestra oración final.

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