Esta misma mañana al ir a entrar al supermercado vi una señora muy mayor, bajita, delgadita, pelo blanco
que alargaba la mano hacia el africano, alto y fuerte que pedía limosna ofreciendo La Farola. Algo se disparó en mí, que ya iba dándole vueltas a este evangelio.
Mientras
cerraba el paraguas oí la voz del africano que a su modo la decía: “Uste no
necesidad de darme señora. Nosotros dos somos igual de pobres”. Ella le sonreía
diciendo “Hijo si solo son diez céntimos”.
Me
quedé parada, emocionada ante la escena. Me suscitó tantas preguntas y tanta
admiración…
Podría
muy bien ser la escena que nos narra el evangelio de Marcos este domingo, en
otros lugares y con otros personajes, en el fondo tan iguales… Y es que la
sencillez y a la vez la fuerza del evangelio es tal, que puede expresar muy
bien la vida de cada uno de nosotros. Hoy nos sacude con su hondura para
decirnos, ¿A quienes ves en la vida? ¿Qué valoras? ¿En qué consiste su
religiosidad? ¿Cuál es tu apuesta, el corazón o las apariencias?... Si realmente
queremos ser seguidores de Jesús nos abre un camino de confianza, gratuidad y
generosidad sin límites.
Marcos 12, 38-44
Marcos
nos habla en su evangelio de que Jesús “sube a Jerusalén” con sus discípulos,
como etapa final de su vida. En este camino los discípulos van vislumbrando lo que
es para Jesús y la forma de vida que él quiere para sus seguidores.También
observan como esta manera de hablar y vivir le lleva a un casi continuo
enfrentamiento con los escribas y fariseos, como otras muchas veces hemos
reflexionado. En este ambiente situamos el evangelio de hoy.
En aquel tiempo, entre lo que
enseñaba Jesús a la gente, dijo: « ¡Cuidado con los escribas! Les encanta
pasearse con amplio ropaje y que les hagan reverencias en la plaza, buscan los
asientos de honor en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y
devoran los bienes de las viudas, con pretexto de largos rezos. Éstos recibirán
una sentencia más rigurosa.»
En muchos domingos hemos visto ya de
varias formas, las discrepancias entre las actitudes de los “dirigentes
religiosos” de Israel, maestros de la ley, escribas y fariseos y la de Jesús.
En este texto queda muy claro el estilo der vida y las actitudes que rechaza
Jesús, descrito en estos rasgos concretos: “pasearse con amplios ropajes” “que
les hagan reverencias”, “ocupar los primeros puestos”… en definitiva el exhibir
y presumir de su cumplimiento de la Ley.
Pero un cumplimiento externo, de aquello
que puede ser “visto por los hombres” para ser valorados por estos. Jesús desenmascara
este falso proceder, esta falsa religiosidad, que no solo que se queda en las
apariencias, sino que es el pretexto para aprovechase de los más débiles, los
más pobres. Y dura y certeramente expresa que “recibirán una sentencia más
rigurosa”.
En primer lugar por su relación con
Dios, “yo cumplo tu ley, yo ayuno, yo… y tú me tienes que dar la salvación”
Relación más comercial que de fe y confianza. Podemos recordar la parábola del “fariseo
y el publicano” (Lc 18:9-14) dicha para algunos “que se tenían a sí mismos
por justos y menospreciaban a los otros”. En ella se nos dice claramente la
actitud que quien es acogido por Dios.
En segundo lugar por su relación con los
demás, a los que “miden y condenan”, de los que separan, creyéndose mejores que
ellos… Esta actitud no crea comunidad, sino división. No nos hace hermanos,
sino jueces duros de los demás, a los que desprecian por “no cumplidores”. En
el fondo solo piensan en sí mismos y se aprovechan de los más débiles a los que
deberían servir.
Jesús en este texto no condena a los
letrados, llama la atención de sus discípulos y de la gente sencilla, que puede
dejarse deslumbrar por estas actitudes falsas y desorientarse. Es una advertencia para la primera comunidad
cristiana y para nosotros hoy. ¿No vemos muchas veces valorar actitudes
hipócritas y falsas apariencias de religiosidad? Y nosotros mismos ¿por qué nos dejamos
deslumbrar? ¿Cuánto de mentalidad farisea tenemos aun? ¿Cuánta importancia le
damos a las apariencias, a que no se descubran nuestros fallos…? ¿Cómo
valoramos a los demás?
Estando Jesús sentado enfrente del arca de las ofrendas, observaba a la gente que iba echando dinero: muchos ricos echaban en cantidad; se acercó una viuda pobre y echó dos reales.
Al
terminar su enseñanza anterior Jesús se marcha al “atrio de la mujeres”. Allí
estaba la “sala del tesoro”, en donde se recogían las limosnas para el culto. A
lo largo de uno de sus muros había colocados trece cepillos, tipo embudos
grandes en forma de bocina, que permitían echar las monedas desde lejos y
escuchar “con orgullo” el sonido que hacían al caer en el metal.
Nos
llama la atención que dice el texto, se sentó a observar, sin duda en silencio,
a los que iban “echando” su limosna. Observaba como muchos ricos echaban
grandes cantidades, sin dejarse impresionar, pero se siente conmovido al ver
como una pobre viuda echa dos reales. Es una viuda pobre, maltratada por la
vida y las costumbres de la época, sin duda se dedicaba a pedir limosna y ha
dado lo poco que ha obtenido.
Las
viudas son en este tiempo en Israel uno de los grupos de personas más pobres,
junto con los huérfanos. Son mujeres, sin acceso a ningún trabajo remunerado.
Generalmente las mujeres son alimentadas y cuidadas por sus padres, hasta que
se casan y pasan a ser igualmente alimentadas y cuidadas por sus maridos, no
siempre según sus necesidades, sino las del marido. Ser viuda era estar abocada
a la muerte si no encontraba a “un señor” que se hiciese cargo de ella.
En
esta realidad, Marcos destaca como una viuda echa dos monedas de cobre, las más
pequeñas que circulaban entonces, unos dos céntimos de euro, diríamos hoy. Quizá a muchos de nosotros se nos ocurriría
decirle a la viuda, “no hace falta que tú les des nada a los sacerdotes ellos
tienen más que tú. Utilízalas para comer”. No es esta la irada ni la reacción
de Jesús.
Llamando a sus discípulos, les dijo:
«Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han
echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo
que tenía para vivir.»
Al
verlo, conmovido, Jesús deja su observación para llamar la atención de los discípulos,
no sea que ellos, deslumbrados por las
grandes cantidades no hayan visto a esta pobre viuda.
El
comienzo de esta enseñanza de Jesús, “os aseguro”, que muchas veces hemos oído
traducido como “En verdad os digo”, indica que la frase que viene a continuación
es muy importante.
Jesús
afirma tajantemente que ha echado más que nadie. Porque el valor de la ofrenda,
es el que tienen para la mujer: son su única posibilidad de sobrevivir, de
comprar lo esencial de su “sustento” (=lo que la sostiene con vida). Da lo que
necesita vitalmente, no de lo que la sobra. Y lo hace con naturalidad, en
silencio. Alejada de todo cálculo, deposita sus únicas monedas y en este acto
deposita en Dios toda su confianza de vivir, expresando una auténtica
religiosidad (frente a la falsa religiosidad que acaba de denunciar en los
fariseos). Por encima de las monedas Jesús les invita a mirar su corazón. Un
corazón que cree en un Dios que “es el primero en su vida. Que se cuidará de
ella”. Por eso, en un acto de fe y confianza de hija pone su vida, sus pocos
recursos para mantenerla, en manos de Dios. Es algo hondo, entre Dios y ella,
no importa lo que los demás vean o
aplaudan. Su gesto nos descubre el corazón de la religión que Dios quiere:
confianza absoluta en Él, gratuidad sorprendente, generosidad y solidaridad sin
cálculos, sencillez, verdad…
Jesús
remarca el contrate entre las dos formas de vivir, la de los ricos que echan
mucho y la de la viuda pobre, porque quiere que sus discípulos de entonces y de
hoy, no olvidemos el gesto de esta mujer. Nos abre los ojos para ver dónde está
la verdad. Nos invita a ser como la viuda, poniéndola como ejemplo de los
auténticos seguidores y evangelizadores. Nos urge a tomar opciones, a dejarnos
desenmascarar para que queden al descubierto las intenciones de nuestro
corazón.
El lenguaje y el modo de narrarlo el evangelio
es tan sencillo y tan transparente que nos hace sentirnos reflejados en unos o
en la otra.
¿Presumimos
de nuestras acciones de “buenos cristianos”, de nuestras posibilidades y
puestos, sintiéndonos superiores o mejores que los demás? ¿Sabemos ver a
nuestro alrededor a tantos hombres y mujeres de fe sencilla y corazón generoso?
¿Nos dejamos interpelar por sus gestos? ¿Cómo los valoramos dentro de la
Iglesia?
El evangelio en las TIC
https://youtu.be/hPN9LeRT80Y solo la
primera parte con imágenes de la película 1,40 minutos
https://youtu.be/1Ww4yESRHsM la segunda parte del evangelio, con el mismo
estilo de imágenes. 1,28 minutos
https://youtu.be/rVdv69Ud_P8 texto
entero del evangelio. 2,02 minutos
https://youtu.be/DYQ3UO0Q3Ag “Aquí está
mi ofrenda” canción de Cyntia Obeso, cantado por niños. 0, 40 minutos.
Apropiada para los más pequeños
https://youtu.be/5dbWJBHZ428 “Cuando el
pobre nada tiene y aun reparte” Canción de Ricardo Martínez, muy adecuada para
la oración.
https://youtu.be/PLbQBNIfZvs?list=RDPLbQBNIfZvs
“Todo es de todos” de Luis Guitarra para hablar de la limosna desde otra clave.
https://youtu.be/joAGlgel7ds “Está
claro que no podríamos ser agua” de Maldita Nerea. Nos da posibilidades de leer
algunos mensajes de este evangelio desde otro lenguaje, que puede calar en los
adolescentes. 4,25 minutos
https://youtu.be/GzFJdXb-9TQ Se
generoso, canción niños
1.
Personalmente
-
Este
domingo, para dejar que el evangelio “cale” en nuestro interior, te sugerimos
que lo leas con calma y lo acojas en silencio. Más que ir contestando las
preguntas, que a lo mejor lo has ido haciendo mientras lo leías, déjate llevar
por aquello que te ha conmovido, que ha hecho que algo se mueva dentro de
ti.
-
Y después ora pidiéndole al Señor lo que creas
que más necesitas en este momento.
2.
En la fraternidad, familia, parroquia...
-
Después
de leer el texto y sus comentarios podemos dialogar sobre lo que más nos ha
sorprendido, lo que no entendemos, lo que más nos ha gustado…
-
¿Cómo es la religiosidad de nuestra familia?
¿Cómo y para qué motivamos a nuestros hijos?
-
Parándonos
en la “limosna”, o en la solidaridad que vivimos como fraternidad, familia, ¿en qué la
concretamos? ¿Qué están viviendo y aprendiendo nuestros hijos de nosotros?
-
Con
la canción “Cuando el pobre nada tiene y aun reparte” podemos hacer nuestra
oración final.
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