martes, 20 de enero de 2015

Curso bíblico: Domingo 18.01.2015


Después del tiempo de Navidad iniciamos el tiempo ordinario. Así llamamos en la liturgia (la celebración de la fe del Pueblo de Dios) a un conjunto grande de semanas en las que vamos recordando y celebrando los diversos misterios de la vida de Jesús. Este año lo hacemos según el Ciclo B, es decir, tendremos como base la lectura continuada del evangelio de Marcos, a partir del próximo domingo.




Este primer domingo del tiempo ordinario, un texto del evangelio de Juan, nos ayuda a plantearnos nuestro encuentro con el Señor. ¿Realmente nos hemos encontrado con Él y este encuentro nos ha afectado profundamente? Solamente así puede nacer y desarrollarse una profunda comprensión, una relación afectuosa e íntima con él y un sentido real de nuestra misión en la vida.

“Venid y veréis” es la invitación que hoy se nos hace, ¿la aceptaremos?



Juan 1, 35-42

En aquel tiempo, estaba Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice: -«Éste es el Cordero de Dios.»
Estamos en el capítulo 1 del evangelio de san Juan; no nos han dicho nada del nacimiento de Jesús ni de su infancia y, de golpe, entramos en este texto en el que nos presentan a Jesús a través del testimonio de algunos discípulos.
Dar testimonio significa decir lo que hemos visto y oído. En estos tiempos vemos y oímos tantas cosas a lo largo del día que difícilmente podemos comprender la importancia del testimonio. En tiempos de Jesús, como ya hemos dicho otras veces, bastaba que dos varones dieran el mismo testimonio sobre algo para que su palabra se considerara cierta y se pudiera culpar o liberar a alguien.

San Juan Bautista tuvo muchos discípulos; en algunas zonas fue más conocido que el propio Jesús. Ahora el evangelista nos presenta a discípulos de Juan que pasan a ser discípulos de Jesús. Este gesto era muy importante en las primeras comunidades, era como un ejemplo a seguir, un guiño a los discípulos de Juan.

Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta:
-« ¿Qué buscáis?»

A lo largo de los cuatro evangelio muchas veces nos presentan a Jesús preguntando, incluso haciendo preguntas en lugar de dar respuestas. Actualmente la pedagogía nos invita a despertar muchas preguntas en lugar de dar respuestas ya hechas. Hoy el evangelio nos invita a preguntarnos con toda seriedad: ¿Qué busco? ¿Qué buscamos? Y si seguimos “tirando del hilo” deberíamos preguntarnos también: Eso que busco ¿me hace feliz?

 Ellos le contestaron:- «Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?»
Él les dijo: -«Venid y lo veréis.»
Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.

El lugar donde vivimos y la forma de vivir expresan claramente rasgos de nuestra identidad. En tiempos de Jesús había hombres, considerados maestros; quienes querían aprender con ellos pedían permiso para vivir con ellos un tiempo. Quienes acaban de conocer a Jesús quieren conocer también su estilo de vida.

El hecho de señalar la hora es muy importante: es la hora del encuentro que cambia  su vida. No se refiere a una hora cronológica (de reloj, como diríamos ahora) sino al tiempo vivido como kairós: es la hora de Dios, el momento oportuno que no dejaron escapar. 

Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra primero a su hermano Simón y le dice: -«Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo).»

Desde el punto de vista histórico no es posible que alguien que se acaba de encontrar con Jesús de Nazaret pudiera llamarle Mesías, Cristo, porque era un título que se le dio después de la resurrección. Era un título post pascual. El evangelio de Juan no quiere poner el acento en una crónica de los hechos que ocurrieron sino en presentarnos a diferentes personas que “se rinden” al encontrarse con Jesús y le siguen.

El evangelio de hoy es una catequesis sobre el encuentro con Jesús. Y quien lo encuentra da testimonio a su alrededor para que otras personas se encuentren también con él. Más que un hecho histórico pasado nos invita a ver un horizonte, a percibir una llamada.

Y lo llevó a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: -«Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro).»


El nombre tenía mucha importancia en la cultura judía. Podía expresar el deseo de los padres, el rechazo, o ser símbolo de algo. No se ponían los nombres a lo tonto. En el texto quieren resaltar que el encuentro con Jesús fue de tal hondura que Jesús cambió la identidad de Pedro. Y ese cambio de  identidad, que en realidad se dio a lo largo de muchos años, se expresa en el cambio de nombre. Algo semejante ocurre ahora cuando a una persona le dan una nueva identidad (por ejemplo porque es perseguida y al darle un nombre nuevo le dan una nueva oportunidad).

PARA REFLEXIONAR

1.      Personalmente

ü Al retomar este año la lectura y reflexión de los evangelios podemos empezar planteándonos, personalmente ¿Recuerdo mi primer encuentro con Jesús, del que podría decir que cambió mi vida? ¿qué ha supuesto para mi esta Navidad en cuanto a “encuentro con Jesús”?
ü El evangelio de hoy nos habla de búsqueda y de encuentro. Solo nos dice que encontraron a Jesús aquellos que se acercaron a Él y se atrevieron a seguirle para ver donde vivía. ¿Qué busco yo en mi vida? ¿Lo que busco me hace feliz? ¿Qué caminos concretos recorro para “encontrar” a Jesús y ver donde habita?

2.      En la fraternidad, familia…

Ü  Después de leer el texto y sus comentarios podemos dialogar sobre lo que más nos ha sorprendido, lo que no entendemos, lo que más nos ha gustado…
Ü  Según lo que hablamos, decidimos y hacemos en nuestra fraternidad, en nuestra familia..., en la vida ordinaria, alguien que nos observase ¿qué percibiría que buscamos? ¿Qué dirían nuestros hijos, nuestros compañeros, nuestros hermanos..., si se lo preguntamos? ¿Señalarían que buscamos a Jesús?
Ü  El evangelio de hoy nos habla de “encuentro con Jesús” como inicio de su seguimiento, y de la posibilidad de los que ya se encontraron con Él de ayudar a los demás a hacerlo. Como padres y madres, ¿nos planteamos cómo ayudar a nuestros hijos, o a los  jóvenes que nos rodean, a encontrarse con Jesús? ¿Cómo lo hacemos? 

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