jueves, 4 de octubre de 2018

A todas las hermanas y miembros de la Asociación M.ª Ana Mogas

Queridas Hermanas y Asociados: Paz y Bien.

Nos aproximamos a la gran celebración de nuestros fundadores Francisco, el gran hermano y Mª Ana, días que acogemos con gran cariño porque nos llevan a profundizar cada vez más en nuestras raíces carismáticas, dejándonos instruir, día a día para hacer en cada uno de nosotros esa transformación de vida, que nos lleva a ser “Odres Nuevos” que desde el capítulo General se nos invita desde las diferentes llamadas y actividades a comprometernos en el anuncio del Evangelio y difundir la alegría que llevamos en nuestro interior porque nos sentimos unidos, disponibles y comprometidos a construir fraternidades, que desde la vivencia y experiencia de Jesús, nos ayudan a salir de nosotros mismos en actitud de búsqueda al encuentro de nuestros hermanos más vulnerables.

Hermanos/as. Haciéndome eco, según los propios Estatutos de la Asociación, donde se nos dice que la asesora general es: “puente de unión y comunicación entre Asociación y Congregación”, me siento responsable de esta encomienda de la Superiora General, para ser ese puente por el que corre el agua de la vida que pasa por la comunicación, la mayor información, la relación mutua.

En este momento, la Asociación está presente en los diferentes países con esta estadística: 72 fraternidades; 418 miembros Asociados y 156 en Etapas de Formación, que se están preparando para descubrir su vocación de Laico Asociado. Pero mucho más importante que las cifras, aunque éstas nos gusten, es la realidad, esperanzadora e ilusionante, de que hay personas que acogen y tratan de vivir en su realidad laical, el carisma de Mª Ana, nuestra fundadora y lo expresan en unos rasgos de espiritualidad que todos, nosotras y ellos, compartimos.

La Asociación que ya tiene 19 años, va creciendo en identidad, en profundidad, en formación, en compromiso en cada una de sus fraternidades.

Como nosotras, hermanas de la congregación, tiene sus luces y sus sombras, y les queda como a nosotras, un largo camino a recorrer.

Pero como personas adultas y responsables ante Dios y ante toda la familia carismática, del don recibido, van creciendo en autonomía, en ser ellos mismos responsables de su formación permanente y de la formación de los que van llegando, a tomar sus propias decisiones con respecto a su organización y presencias y estilos de misión.

Teniendo esto en cuenta, nosotras como hermanas de la congregación, creo que estamos llamadas en este momento a seguir caminando humildemente a su lado abriéndoles las puertas de nuestras casas y sobre todo de nuestro corazón, a compartir criterios y vivencias que marcan nuestra propia forma de acoger y expresar el carisma, como religiosas o como laicos.

Estamos llamadas a dar generosamente lo mejor que tenemos, y a recibir confiadamente lo que ellos nos ofrecen, sabiendo que todos damos lo que hemos recibido gratuitamente de Dios.

Me parece importante en este momento de reestructuración, ponernos en actitud de discernimiento a la hora de hacer nuestros proyectos comunitarios. o de vida y cuestionarnos juntos sobre:
  • ¿Qué nos están dando, hoy, los laicos?
  • ¿Qué nos están dando, hoy, las hermanas?
  • ¿En qué nos estamos enriqueciendo?

Porque en este compartir cariñoso, de gratuidad y confianza, la acogida mutua y la caridad verdadera, desde la propia verdad, es lo que nos hace familia. Es lo que nuestra Madre Fundadora vivió como expresión de ese Vino Nuevo que buscó en todo momento de su vida, siendo coherente y fiel a la llamada de Dios, desde su Caridad verdadera, Amor y Sacrificio. Ojalá esta fiesta de la familia carismática nos ayude a ello.

Esto es lo que nos pide también a todos nosotros, laicos y hermanas.
¡Feliz día de San Francisco y María Ana, feliz día de la familia carismática!

Un fuerte abrazo

Isabel Martínez
Asesora General de AMAM

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